LA PUNTILLA | JAUME SANTACANA

Piedad

Sólo pido piedad. Nada más que eso. Y no para nada especial: no para evitar que unos salvajes me hagan una pintada en mi rostro; ni para que los adolescentes me cedan sus asientos en el autobús; ni para que no me recorten todo aquello que sobresale; tampoco para que me elijan la lengua vehicular con la que deberé negociar con un funcionario; ni mucho menos para que me aligeren mi propia esperanza de vida. No.

Pido, únicamente, un poco de piedad para que pueda cambiar mi teléfono móvil. El que he tenido hasta hoy, pobrecito, me ha dejado en la paz del Señor, habiendo recibido –eso sí- los Santos Sacramentos y la consiguiente bendición apostólica. Incluso he mandado un correo electrónico al Vaticano pidiendo una bendición papal y me ha llegado a vuelta de correo, como quien dice.

Todo eso es ley de vida. Lo que me ha dejado fuera de combate es la tremenda complicación que se me ha presentado en cuanto he intentado cambiar el aparato. No sé cómo se han enterado –la muerte del antiguo fue repentina-  pero un aluvión de correos han aparecido en mi ordenador, recordando visualmente una legión de buitres sobre un cadáver aun caliente, reciente. Todas las compañías existentes (incluso un par de casas de seguros que se han equivocado…) requieren mi atención para que yo aproveche el luctuoso suceso y me cambie de empresa de telefonía. En cambio, desde mi propia compañía –la que he utilizado hasta hoy- el silencio, un silencio sepulcral, acecha en la oscuridad. Pregunto a un amigo y me relata que eso pasa siempre: la propia compañía, espera la lluvia y la batalla de nuevas ofertas para, en su momento (cómo si fuera el alza de la prima de riesgo) elevarse, solitaria, con la mejor de las proposiciones; imparable.

No entiendo nada. He hablado con diversas empresas, compañías, tiendas, etc. Y el lenguaje que han empleado conmigo me ha parecido ofensivo, irritante, insultante, y maleducado. No he pillado nada: me hablan de “permanencias”, “liberaciones”, “rescates” (como Mariano…), “portabilidad”, “microtargetas”,y otras lindezas.

Todo son contactos virtuales, telefónicos, electrónicos: nada ni nadie es tangible. Una chica de nombre indio –con la que he llegado a hablar telefónicamente- me ha asegurado (después de una pregunta mía) que nunca nos podríamos ver. Le he dicho que tenía una voz muy agradable; y su respuesta ha sido un punto tajante: le mando un mail.

Necesito un móvil nuevo: ¡Piedad!

 

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias