Estoy perplejo; de verdad. No tengo suficiente capacidad intelectual para saber, exactamente, qué me ha ocurrido.
Resulta que, cuando me he situado ante la pantalla de mi ordenador, sabía perfectamente qué es lo que tenía pensado escribir. Había pensado –como tantas otras veces- el contenido del artículo, viajando con mi moto a toda potencia, serpenteando coches y autobuses (y el metro porqué no se me pone por delante…). La adrenalina que suelto, me es suficiente como para “edificar”, con brillantez –si se me permite- un magnífico comentario de opinión sobre cualquier tema interesante, con el loable objetivo de brindar un solaz esparcimiento a los lectores más inteligentes, tal como ustedes.
Pero no, ¡hoy, no! Hoy, me he quedado en blanco. Se me ha borrado todo aquello que les quería contar o comentar. He pensado que, nada, que era un lapsus, que mi concentración vencería al demonio del olvido. Pero, tampoco.
Cuando me he asustado realmente, ha sido en el momento exacto en que me he dado cuenta que no era una cuestión de ausencia momentánea de memoria, sino que la cosa iba en serio. Mi cerebro no ha reaccionado y no he sido capaz, ni tan solo, de saber qué hacía yo, delante de un ordenador. De hecho, no sabía ni qué era un ordenador. Y ¿cómo iba a reconocer un ordenador, si no me reconocía a mi mismo?
Una luz se ha abierto en mi mente: he sido consciente –en un flash mental- que acababa de perder mi coeficiente intelectual. ¿Todo? Sí, ¡Todo!
Lo he perdido todo: el currículum, el buen gusto, la gestión de mis famosas mentiras piadosas, el paladar, el odio hacia mi hermana, las ganas de llorar, el deseo sexual, la ancestral comparecencia a las salas de cine…
Con lo que me hubiera gustado perder el mundo de vista…Pero resulta que no tenía ni idea de lo que era el mundo y, por lo tanto, no lo podía perder.
Nada ha vuelto a mi cerebro roto: solamente, un pequeño chispazo, me ha advertido que mi capacidad mental había desaparecido a manos del frio. Qué triste, ¿no?
De golpe y porrazo, avanzamos hacia el maldito invierno: mantas, braseros, estufas, bufandas, guantes, etc.
Yo, de momento, me he quedado frío.