En la campaña electoral para la última victoria de Tony Blair, tras la guerra de Irak, en el peor de su popularidad, la última empresa fabricante de coches de capital británico, la Rover, antes Austin, MG y Leyland, cerró sus puertas, dejando en la calle a miles y miles de trabajadores y sumiendo en una profunda depresión económica a Birmingham y su entorno. De forma absolutamente insólita, Blair dijo que lo sentía, que habría que ver qué otros trabajos se podrían encontrar para estos nuevos parados, pero no intervino. Y de forma más insólita aún, ganó las elecciones. En España y en Baleares esto es impensable, por lo que es previsible que entre todos terminemos por organizar un circo en torno a Quesera Menorquina, la antigua El Caserío, del que nos acordaremos. El PP de Menorca ha dicho que el Gobierno no hace nada y este se ha puesto a hablar con la empresa para encontrar una solución. Pero aquí el único parche posible es que el Govern ponga un dinero que no tiene y que difícilmente le va a prestar la banca. Porque, el problema de fondo, el de verdad, la baja competitividad de esta producción, no se puede resolver antes de las elecciones. O sea que prepárense que de estas reuniones puede salir cualquier cosa, todas por supuesto con cargo a nuestros bolsillos.
