Más de años lleva Muamar el Gadafi en el poder, forrándose a costa de su pueblo al que ha mantenido amordazado bajo su férreo yugo. Y mientras tanto ¿Europa que hacía? Nada. Los dirigentes de los estados miembro de la UE le bailaban el agua y miraban para otro lado ante sus abusos. Nunca pronunciaron una palabra en su contra; siempre dóciles y diligentes con el tirano amigo. Hace unos días el excéntrico dictador decidió masacrar a su pueblo, que se había vuelto en su contra harto de abusos y falta de libertad, con bombardeos y una legión de mercenarios armados hasta los dientes, Y ¿qué hizo Europa? Nada. Seguir mirando para otro lado, ser un mero espectador. Quizá porque las reservas petrolíferas de Libia y los intereses económicos en dicho país eran más importantes que la vida de los opositores a Gadafi. Lo más que llegaron a decir y sin levantar mucho la voz los ministros de Exteriores de la UE fue que condenaban “la violencia y la muertes de civiles” pero ninguno se atrevió a criticar abiertamente y sin tapujos la barbarie que está cometiendo el líder libio ni mucho menos a plantear una intervención militar para poner fin a la masacre. Ahora, cuando parece que el régimen agoniza –los opositores a Gadafi están ya en Trípoli y preparan el asalto final- la UE decide actuar e imponer sanciones al régimen libio: embargo de armas, prohibición de suministrar al país bienes que puedan utilizarse para la represión y congelar todas las cuentas de Gadafi, entre otras.
