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La paja de la Navidad

Por Francesca Jaume
miércoles 25 de diciembre de 2013, 15:01h

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Naturalmente que dentro de la religión cristiana existe un tanto por ciento profano grande, respecto de un porcentaje menor de elementos procedentes y antecedentes.


 

Y la razón es que podríamos decir (…) que, de hecho, la religiosidad o piedad cristiana no es más que un ejercicio actual o histórico de la liturgia oficial. Para que  lo podáis entender mejor, es “Or passat per Manacor” con sus defectos o descabezos porque los hombres somos todos de tierra y “terrejam”…


 No lo digo yo, lo dice Gabriel Llompart en el capítulo “La religiosiad popular” de l’Esplendor de la festa 

La generosidad es uno de los factores más relevantes del “espíritu navideño”. De acuerdo con este espíritu, somos ricos y tenemos que ayudar a quien menos tiene. Para ello, se nos recuerda que el hijo de Dios -y ‘Dios’ a partir del año 325 por decisión del I Concilio de Nicea- nació pobre de solemnidad en una cueva, establo o similar, y yació dentro de un tosco pesebre lleno de paja. Estaba desnudo y se calentaba -según la tradición popular- al aliento de un buey y una mula. Aquí nos encontramos ya con una de las primeras incongruencias: la vaca -o el buey por analogía- siempre se ha considerado un símbolo de riqueza para la gente nómada.

Se nos ha asegurado que Jesús bebé tenía mucho frío, pero eso sólo fue a partir del año 350 cuando el papa Julio I decidió que había nacido el 25 de diciembre, fecha en que los romanos celebraban el ‘Sol invencible’ -el Natalis Invicte- de las Saturnales. Por lo tanto, estamos ante una efeméride de sustrato totalmente pagano. La prueba está en que la Biblia retrata que cuando el Mesías nació, los pastores dormían con sus rebaños a cielo raso. En invierno, sabiendo como se las gasta el clima en Israel, ninguna res ni ningún rehalero permanece a la intemperie.

Celebramos también estos días que unos hombres, ‘magos’ según los Testamentos y ‘reyes magos’ según la costumbre oral, siguieron la trayectoria de una estrella fulgurante que los llevó hasta la cueva de Belén. Nada dicen las sagradas escrituras de si llegaron en dromedario, caballo o carrozas decoradas a lo Disney, lo que si esclarecen es que le llevaron oro, incienso y mirra. Y por el hecho de que se entregaron tres presentes, se dedujo, ya en el s.V, que debían haber sido tres hombres de tez blanca y que sus nombres eran Melichior, Gathaspa y Bithisarea. Partieron de la premisa de que en aquellos tiempos no existía la tradición de preguntar “¿Participas del regalo?”.

(Por cierto, la mirra se utilizaba para embalsamar a los muertos, así que tela con el regalito).

El obispo emérito de Roma Benedicto XVI asegura en uno de sus fundados estudios que los ‘magos’ no provenían de Oriente, sino de Tartessos, es decir, de una zona ubicada dentro de lo que es la Andalucía actual. Qué extraño que nadie lo haya aprovechado en clave patriótica: tenemos la Roja, el relaxing cup of café con leche, David Bisbal, Wert, y los Reyes Magos… ¡¿Qué más queremos?!

Y siguiendo, San José fue padre putativo de Jesús al aceptar que su mujer estaba encinta por obra de un pajarito deificado llamado Espíritu Santo. Me pregunto porqué hay tanta devoción a la Virgen María cuando tiene más mérito la conducta de su esposo.

Lo de San José sí que es auténtico espíritu cristiano. Nos preguntamos a menudo si debemos de perdonar aquellas personas que no muestran arrepentimiento de sus actos. San José, estando enfadado con la Virgen por su inverosímil concepción, no rechistó cuando un “ángel del Señor” aparecido en sueños lo exhortó a dispensarla. A su lado siguió hasta el fin de sus días, pero ejerciendo de esposo a todos los efectos según San Mateo (1:25). Qué otra muestra más clara de pasar página sin ambages que la de San José, quien evitó que su púber esposa fuera lapidada por adúltera.

De todos modos, ya se podía suponer San José que algo de eso le podía pasar, ya que, como también nos hemos hartado de oír, la Virgen María también fue concebida sin pecado; afirmación que tampoco se entiende demasiado sabiendo que los ancianos San Joaquín y Santa Ana eran esposos y devotos. ¿Significa a sensu contrario que si la Virgen hubiera nacido merced a una concepción ordinaria (acto sexual, vaya) hubiera nacido del pecado de sus padres? ¿El resto de humanos -excepto los nacidos mediante inseminación artificial- somos fruto del pecado? ¿Para estar limpio de pecado se debe observar una abstinencia total?

Corolario: Se puede creer en el Dios cristiano, pero hay que separar el grano de la paja.

 
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