La otra Navidad
jueves 11 de diciembre de 2014, 20:17h
En pocos días nuestros móviles echarán chispas y las tarjetas de crédito saldrán tantas veces de la cartera que algunas se perderán y otras las bloquearán los bancos a la llegada del año nuevo.
Cada diciembre confiamos en que la arribada del Adviento sea el prolegómeno del armisticio universal. Las guerras abren un paréntesis y trasladan el campo de batalla a los domicilios que no impiden entrar a los irreconciliables cuñados, subidos de testosterona. Es inevitable prever que volverá a escucharse la amenaza de que esta será la última vez que salimos en nochevieja o lo envejecida que has visto a la hermana de la suegra. Con todo, es una oportunidad para aparcar las diferencias o simplemente demostrar que la convivencia eventual es posible, incluso en pareja.
Una vez superado el trauma que nos ha generado un Santa Claus que no hay manera de integrarlo en el belén y la inocencia infantil supera la sobreexposición de la misteriosa ubicuidad de los magos de oriente, conviene no perder de vista la maravillosa sensación de repartir felicidad, con la conveniente intervención de una refrescante chispa vital. A ese mundo entero que entona una canción, sujetando una botella femenina en la mano, ya nos tenían acostumbrados los genios de Atlanta, pero este año han sido los suecos los que han arrebatado a Laponia el honor de ser la cuna navideña. Gracias a la intervención de la mágica publicidad, McCann España han dado la vuelta al calcetín, sin llenarlos de regalos multimedia, consiguiendo sorprender a todos con un mensaje tan elemental como olvidado. Volver a amueblar nuestras cabezas no debería ser tarea del gigante de la decoración y el mobiliario, pero debemos agradecerles que hayan sabido rehabilitar en nuestra conciencia la primacía de lo que realmente vale, frente al dinero que nos cuesta. La imaginación del niño y la potencia de la familia son tan arrolladoras como la más potente de las energías y, además de no afectar el medio ambiente, nos provoca la más reconfortante sonrisa.
La fiebre de estas fechas enmascara la profundidad de los sentimientos que inspiran estas fiestas, más allá de la conmemoración cristiana: es tiempo de paz y reencuentro en un mundo sacudido por la tensión y la desesperanza. Bendita sea la Navidad, porque si no existiera debería de inventarse, ya que resucita en nosotros la capacidad de ser humanos, sin ser mezquinos ni miserables. No sólo conviene recordar en este paréntesis de bonhomía a quien padece más frío y siquiera tiene humor para celebraciones, sino también a los que esperan recibir en silencio los que más nos cuesta entregarles. Mientras caminamos a resguardo del frío, sin prisas por no olvidar un presente envuelto de papel regalo, deje un hueco para pensar en lo realmente importante, rescatando del baúl de los recuerdos lo que más apreciábamos cuando nuestros padres siquiera tenían dinero para comprarnos un simple juguete.