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La nueva política

Por Gabriel Le Senne
jueves 08 de junio de 2023, 05:00h

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La ‘nueva política’: así se denominó a los partidos Podemos y Ciudadanos, surgidos por el desencanto ante lo que pasó a denominarse ‘el bipartidismo’, es decir, los dos partidos tradicionales en este segundo turnismo español, PSOE y PP. Por ello, el actual proceso de desaparición de Cs y Podemos se contempla por algunos como ‘el fin de la nueva política’. Cabe destacar, sin embargo, dos aspectos de esa ‘nueva política’.

El primero, que apareció con gran apoyo del aparato mediático y propagandístico del sistema. Algo parecido a lo que puede percibirse ahora con Macarena Olona, cuya irrelevancia contrasta con su aparición hoy en directo en Al Rojo Vivo, por ejemplo, recordando esa época en que encontrábamos a Pablo Iglesias hasta en la sopa nada más encender el televisor. Típico de partidos, digamos, impulsados ‘desde arriba’.

El segundo aspecto podríamos describirlo como una notable imprecisión ideológica en sus programas. Podemos se presentaba como una iniciativa ‘transversal’, con propuestas demagógicas algo caóticas, y un funcionamiento supuestamente asambleario (recordemos aquellos ‘círculos’ y sus votaciones agitando las manos alzadas, que subsistieron sólo en su logo). En cuanto a Ciudadanos, se movía en un centrismo indefinido, con las solas notas de una supuesta modernidad y una españolidad algo mayor que la de un PP cada vez más regionalista.

Por eso ha sido o está siendo sencillo, pocos años después, la absorción del electorado de Podemos por parte de un PSOE podemizado que se ha apropiado de muchas de sus banderas, así como la absorción de Cs por parte de un PP desplazado hacia ese centro indefinido, moderno y moderado, lo que quiera que sea eso (lo sabemos: es la aceptación —moderada, o sea, con un ligero retraso— de las banderas de la izquierda). En definitiva, los cuatro partidos se han movido en un espectro muy similar, propiciando la re-concentración de lo que antes se fragmentó.

Frente a todo ello ha aparecido, ahora sí, una Nueva Política. Lo podemos escribir con mayúsculas para distinguirla de la anterior, cosmética, superficial. Esta Nueva Política con mayúsculas se caracteriza por dos notas opuestas a las analizadas previamente: no viene impulsada ‘desde arriba’, sino todo lo contrario, nace superando todo tipo de obstáculos, como el apagón mediático y la tergiversación permanente de sus ideas, como el miedo sembrado en los votantes apelando a falsas etiquetas de ‘ultraderecha’, ‘extrema derecha’, ‘fascistas’ o ‘radicales’.

Nace además con unas propuestas perfectamente definidas, para las que existía una elevada demanda larvada, oculta por la falta de oferta y la ‘corrección política’. Por ejemplo, la crítica del sistema autonómico. El desastre en que han devenido las comunidades autónomas era un secreto a voces entre amplias capas de la población, perplejas ante la rapiña sistematizada de diecisiete mini-naciones en construcción. Un secreto que no se podía exteriorizar, ante el poder de estas nuevas instituciones y los intereses creados por décadas de crecimiento burocrático. El catalizador que evidenció la bomba de tiempo cebada por el sistema fue el 1-O catalán y la tibia reacción de los partidos. Desgraciadamente, la situación no ha hecho sino empeorar, tras seis años más de gobiernos nacionalistas, los indultos de los sediciosos y la derogación del propio delito de sedición.

La defensa de la nación española se traduce asimismo en la oposición al orden mundial globalista que nos trae un fanatismo ecologista que coloca al clima y los animales por encima de los seres humanos, arruinando nuestra economía por supuestas emergencias que no acabamos de comprobar. Constatamos la subida de la luz y los alimentos, pero no tanto la del mar ni la de las temperaturas, con profecías cuyo cumplimiento no hace más que retrasarse. El globalismo nos trae también presentes como la discriminación —‘inversa’, dicen— por razón de sexo, raza u orientación sexual, abriendo un espacio político evidente para la defensa de la igualdad ante la ley, antaño principio general del Derecho compartido por todos, pero hoy radicalidad y odio, por lo visto.

En definitiva, esta Nueva Política que defiende la Nación y el Derecho —pienso que podría sintetizarse así con notable precisión— se abre paso en España y en todo el mundo (Estados Unidos, Polonia, Hungría, Italia o Chile, por citar sólo algunos ejemplos destacados), y lo hace contra el sistema, como reacción defensiva del organismo social frente al virus globalista que lo infecta. Por ello, por más que intenten acabar con ella, la Nueva Política ha llegado para quedarse.
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