Laica y atea, por descontado. Esa es la que ha surgido parida por el Nuevo Orden Mundial y apadrinada por los pusilánimes que no comulgan con esa ideología. Una inquisición regulada por unos autocalificados «demócratas» que son absolutamente reversibles según sean sujetos pasivos o activos. Ahí está el podemita de turno despotricando por haber sido objeto de uno de esos escraches a los cuales, tiempo atrás, jaleaba. Es la diferencia; sufrirlo en sus propias carnes o hacerlo sufrir en las ajenas. Pero, no se salva nadie. En esta España nuestra hay que pensar, hablar y hacer según dicta el protocolo de lo políticamente correcto. O sea, acunar la ideología de género, aplaudir el separatismo, apechugar con la mentira, no exigir compromiso en el político, ser inclusivo en el lenguaje y exclusivo en la ideología política. Por descontado, clamar contra el top manta o contra la inmigración ilegal es anatema, como lo es estar convencido que ser heterosexual y hombre no es un estigma que casi debe permanecer enclaustrado en un armario.
Esa nueva inquisición cuenta con observatorios, comisarios y delatores, individuales o colectivos, cuya misión no es otra sino exigir que todos cumplan con los sagrados protocolos de duplicidad, de inclusión, de género. La libertad de expresión, como la ley de violencia de género, es unidireccional; los cristianos, los hombres heteros, las mujeres no «feminazis», las plataformas españolistas, los movimientos pro vida, los colectivos pro familia, todos ellos pueden recibir, ser objeto de cuales quiera expresiones, cuales quiera ofensas o ultrajes de odio. No pasa nada. En cambio, cuando alguno de ellos levanta su opinión en favor de la historia de España, por ejemplo, le cae la de Troya. Hay que ser políticamente correcto, y decir «vascos y vascas», «catalanes y catalanas» y, a partir de ya, el término «discapacitado» está prohibido; lo ha sustituido «diverso». No hacerlo pronto será de fachas, de franquistas, de homófobos y anti demócratas. Esa opinión, como tantas otras, deberá permanecer en el armario privado, mientras el varón seguirá bajo sospecha. Y sino que se lo pregunten al juez Cavanaugh o al actor Morgan Freeman.
A Pablo Casado le va a costar sangre y sudor que el votante leal del PP., disculpe y olvide le huída de Mariano Rajoy ante la moción de censura, dejándola vivir al no disolver las Cortes y convocar elecciones. Aquella no decisión, con el precedente de un melifluo 155, ha traído de la mano no solamente un gobierno ecléctico, en donde todo vale con tal de mantenerse, sino también un estado de pre guerra en Cataluña, de pre independencia en Navarra y de interesada crematísticamente disgregación en el País Vasco. Pedro Sánchez no hace porque no sabe qué hacer, excepto obedecer a su Rasputín, Iván. Ni tan siquiera imponer una coordinación entre los suyos. Unos callan aborregados, mientras otros, tímidamente, osan lamentarse de la situación. Y, como tiene un gobierno feminista, es una mujer la que se atreve a cantarle las cuarenta por la pérdida de centenares de miles de votos en Andalucía. Votos que no ha ganado el PP del otro melifluo político. El ascenso de Vox ha sentado mal, tanto a conservadores como a progresistas. Y ya no digo a los podemitas y demás colectivos pro todo lo heterodoxo. Para éstos ha nacido una estrella, la ultra derecha. Sin embargo, hace tiempo que ya dio sus primeros pasos la ultra izquierda, y nos la tragamos todos los días. El miedo a perder el poder en Andalucía o en Madrid o en Valencia, les impide leer el programa electoral de Vox; una apuesta por la libertad de pensamiento y de expresión, por la defensa de la vida del no nacido, la familia natural y el fomento de la natalidad, por la libertad educativa y lingüística, por la libertad económica, por menos gasto y menos impuestos. Todo ello con la compañía de una defensa, sin timidez, de lo español, sea historia, sea cultura, sea tradición. Eso es lo que miles de españoles han gritado en Andalucía y gritarán en mayo próximo, aterrorizando a todos los progres y comunistas enchufados al poder, viviendo ahora en mansiones, dejados sus pisitos en los «barrios» desde los cuales exigen se proteste. No se atreven los señores del soviet a auto criticarse y mencionar que, después de cuarenta años de gobiernos socialistas, han llegado al punto de no retorno de su fracaso. En Andalucía los índices de paro, de déficit y de deuda pública, son de «cumbre»; en el resto, están en ello socialistas, podemitas, comunistas con la ayuda de independistas, separatistas y anti sistema.
Ante tal panorama hay que tener un pulso firme, no para firmar cartas sino Decretos de gobierno fijando que se han traspasado todas las líneas rojas que un gobierno puede consentir. España no es Eslovenia, pero tampoco es isla Mauricio. Companys hizo mucho menos de lo que está haciendo el fascista Torra — fusiles de asalto G-36 y subfusiles UMP es lo que ahora pide — o la dulce Artadi o los CDR, pero el gobierno republicano acabó con Companys y sus facinerosos ministrillos que se entrechocaban en las alcantarillas barcelonesas. Sin embargo, igual Decreto no cabe esperarlo; Sánchez no es Lerroux, aunque haya logrado la presidencia de estraperlo.