Bastaría con recordar que tanto en 1932 como en 1933 los ciudadanos alemanes votaron en masa a Adolf Hitler para confirmar nuestras sospechas del concepto de democracia que puede tener Angela Merckel.
No deja de ser una paradoja histórica que Alemania tenga que ser ahora la que “vele” por el correcto desarrollo de la democracia en Grecia, siendo los atenienses los precursores del menos imperfecto de los sistemas y los alemanes quienes de forma más recalcitrante han intentado acabar con él.
Pero lo cierto es que así es. Merckel ha dejado clara su postura como líder de esta basura política llamada Europa a mayor gloria de los mercados advirtiendo que si los atontados y pobres griegos deciden votar a SYRITZA se va a acabar cualquier tipo de ayuda que pudieran recibir. Curioso que no haya hecho ninguna mención a qué pasará si deciden votar a Amanecer Dorado.
No cabe duda de que los dirigentes griegos que falsearon sistemáticamente las cuentas de su país y que lo llevaron a la ruina deben responder por ello. Pero no es menos cierto que la culpa de esos viles actos no puede recaer en una población que ha visto su riqueza reducida en más de un 40% en los últimos años y que han visto desmoronarse ante sus ojos cualquier atisbo de futuro.
En este nuevo concepto de democracia que se maneja por esta Europa nuestra, defraudar a los mercados es mucho peor que humillar y dejar en la pobreza a millones de ciudadanos, sean griegos, portugueses o españoles. Y si esos millones de ciudadanos jodidos hasta la médula por la maldita austeridad teutona deciden rebelarse, las consecuencias serán apocalípticas.
Huyamos de la demagogia: no cabe duda de que ante un déficit galopante y ante una caída de los ingresos, un Estado debe acudir al endeudamiento, es decir, pedir prestado dinero. Y ese dinero solo se prestará si el que lo presta tiene confianza en que se lo devuelvan. Así son las cosas entre particulares y entre instituciones, y no veo que puedan ser de otra manera. Por tanto, el discurso de reestructurar la deuda que mantienen SYRITZA y PODEMOS me parece un buen discurso pero una descabellada propuesta.
Pero la verdad es que ante una situación de auténtica crisis humanitaria como la que se vive en España, en Grecia o en Portugal, con porcentajes de paro insostenibles y con elevados porcentajes de la población por debajo del umbral de la pobreza, uno esperaría que Europa fuera algo más que un mercado común, un espacio de negocios y de beneficios de unos pocos y tuviera aunque fuera un poco de capacidad política, un mínimo de solidaridad entre los Estados y una cierta decencia. ¡Llámenme ingenuo!
No se trata de la desvergüenza de la Canciller alemana amenazando a los griegos y coartando su libertad a la hora de votar. No se trata de que aquí tengamos que pedirle permiso hasta para orinar.
Se trata de que esa misma Canciller que pretende que todos nos arrodillemos ante el poder industrial germano a su vez es la sierva hipócrita de una política económica fracasada de recortes que lo único que hace es asfixiar a los Estados incrementando las privatizaciones y las oportunidades de negocio de algunos.
EE.UU, origen y epicentro de la crisis de 2007, crece al 5% con una política económica radicalmente distinta. ¿Qué hace la Europa de Merckel? Desangra a los Estados, empobrece a los ciudadanos, reduce los costes de mano de obra a límites pseudo-esclavistas y encima se permite el lujo de determinar a quién se vota y a quién no se vota.
Los hay que aun creen que el debate económico del futuro se basará en la dialéctica entre el trabajador y el empresario, en una especie de lucha de clases revenida y apaciguada en la que un trabajador más o menos cualificado discute sobre condiciones de trabajo con un empresario que ya no explota a los niños.
Falso.
El debate económico del futuro se basará en la dialéctica entre trabajadores, pequeños y medianos empresarios y autónomos, todos juntos, por un lado, y los especuladores por el otro. El Estado habrá pasado a ser una piltrafa, una cáscara vacía debidamente desangrada, y la justicia social habrá pasado a ser mera caridad, en el mejor de los casos.
Ese es el futuro. Y ese es el futuro de la democracia. Merckel, como siempre, nos indica el camino que nos aguarda.
El hecho de que millones de ciudadanos, equivocados o no, decidan que están hartos de bailarles el agua a cuatro multimillonarios anónimos que se esconden tras la pantalla digital de los índices bursátiles será visto como una amenaza y se castigará severamente. Los ciudadanos solo pueden votar a aquellos gobiernos y partidos que aseguren a los poderes fácticos de la economía en la sombra que todo cambiará para que nada cambie.
Por tanto, nada de votar a SYRITZA o a PODEMOS. Pueden ustedes votar a los de siempre o a determinados partidos de ultraderecha filonazi que, por motivos que desconozco, no parecen inquietar ni a esos personajes misteriosos ni, por supuesto, a Merckel.
En su fundación, la Unión Europea parecía defender unos determinados principios. Pero han resultado ser de la misma naturaleza que los de Groucho Marx. Dado que no gustan a los que mandan, tenemos otros.