Palma es una ciudad turística y como tal tiene que adaptarse a los nuevos tiempos, por lo que la libertad de horarios comerciales es hoy más necesaria que nunca.
Esa negativa rotunda y reiterada del pequeño y mediano comercio a que cada uno abra cuando quiera, no tiene ya ninguna razón de ser, porque la vida ha cambiado enormemente y las costumbres, pese a la tozudez de los sindicatos, ya no son las que eran, por eso mantener a cal y canto los comercios cerrados a partir de las 20.30, además de domingos y festivos, carece de sentido, máxime en algunas zonas concretas de la ciudad.
Conozco otras capitales turísticas en las que, durante el verano, la apertura, y no de las grandes superficies, se prolonga hasta las nueve, las nueve y media e, incluso, las diez de la noche, sin que ello suponga ningún problema para nadie, porque abren más tarde. Los hay que prefieren mantener sus puertas abiertas durante todo el día, quienes cierran unas horas para comer y quienes abren todos los domingos. Son ciudades vivas, bulliciosas, llenas de gente a primeras horas de la tarde-noche, gente que después de comprar se sienta en una terraza o se detiene en la barra de un bar.
Pero eso en Palma, especialmente en domingo, es imposible. Y luego nos quejamos
