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La Navidad y el Govern sumiso

viernes 04 de diciembre de 2020, 03:00h

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De todas las circunstancias que rodean al actual Govern del Pacte, la que sin duda me ha causado más sorpresa ha sido la extrema docilidad y sumisión perruna con que Francina Armengol está aceptando todas las medidas que, por nosotros, se deciden a diario en Madrid. Tenemos una presidenta permanentemente genuflexa cuando muchos pensábamos que tenía cierto carisma. Menudo bluf.

La última muestra de ello -menor, si se quiere, pero muy simbólica- es la de que en una tierra en la que la Navidad se ha celebrado siempre con ida y vuelta -Nadal y Segona Festa- los mallorquines tengamos que adaptarnos a la fuerza a la costumbre peninsular de celebrar la Nochebuena -que aquí fue siempre, desde el punto de vista familiar, una celebración menor -el llamado Dissabte de Nadal- en la que, como mucho, tras la Misa del Gallo se tomaba en familia un chocolate con ensaimadas- y, en cambio, se nos prohíba esta segunda celebración de la Navidad tan tradicional, en la que normalmente se comía en casa de la otra rama familiar.

Sorprende que este Govern, que va de defensor de elementos identitarios -no en vano, uno de sus socios es el plusquamsoberanista Més- trague sin rechistar este ataque a un elemento cultural tan diferencial como éste.

Asumimos que las islas no son ya la sociedad homogénea que nos precedió, y que hoy un porcentaje significativo de isleños no es ya que celebren la Navidad de forma distinta, es que no tienen nada que celebrar, por ser no creyentes o porque, en mayor medida, son fieles de un credo distinto. Asimismo, para una parte significativa de la juventud, la Nochebuena es ya solo una ocasión para salir de marcha de forma elegante. Este año, en cambio, esta última opción no va a ser posible. Por tanto, digamos que nos ‘obligan’ a asumir un modelo de Navidad ajeno a nuestras tradiciones.

Lo que de veras resulta paradójico es que, si se tratase de una celebración musulmana, el Govern sin duda hubiera hecho todo lo posible para que se respetase el derecho de los creyentes de esa Fe a compartir ese día con el mínimo de restricciones posibles. Pero los católicos somos, para los socialcomunistas, ciudadanos de segunda.

Hubiera sido tan fácil como establecer la norma de que cada familia eligiera si celebrar Nochebuena y Navidad o Nadal y Segona Festa. Obviamente, el control público sería imposible, dependeríamos solo de la conciencia de cada uno, pero eso ya sucede con lo de los límites de comensales, ¿o no?

Alguien tendrá que explicarnos, además, por qué el día de Nochebuena el virus es inofensivo en cenas de 10 personas y, en cambio, el día de la Segona Festa ataca despiadadamente si se almuerza en una mesa de más de seis comensales. Quizás nos lo explique el famoso Comité de Expertos anónimos del Dr. Simón.

Pierdan, pues, toda esperanza que nuestros dirigentes defiendan una de las pocas esencias culturales de nuestra Navidad. Si el gobierno español cambia de opinión, será, no lo duden, porque en Cataluña también celebran en familia el día 26 de diciembre, la festividad de Sant Esteve. Y, dependiendo Sánchez de ERC y de los demás nacionalistas catalanes, mucho me temo que habrá excepción.

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