Ante un caso de violencia de género y un titular como el que comienza este post, a cualquiera que sea un poco sensible, le surge una pregunta ¿Que lleva a un ser humano a hacer daño a otro física o psicológicamente? ¿Y cómo la otra parte, no sale huyendo al primer indicio?.
En esta columna, no vamos a responder a ninguna pregunta, pero pondremos otras sobre la mesa. ¿Es posible que una mujer educada, sensata, con una posición privilegiada sea tan inconsciente como para quedarse al lado de alguien que le hace daño? La respuesta es sí y a las pruebas/ noticias me remito. Muchos son los casos. Incluso se han llevado a la gran pantalla, y dan buena nota de que perder la cabeza por alguien o volverse “ciego” emocional es posible. No entraré en disquisiciones psicológicas, eso se lo dejo a los expertos.
La cuestión que me ocupa, es el caso de la Infanta Cristina, y sí, siento comparar su situación con la de una mujer maltratada, por supuesto no es el caso, pero me sirve para argumentar que una mujer puede estar con alguien de quien sabe muchas cosas, secretos, defectos, errores que pueden estar en contra de su propia moral y aún así, continuar su relación con esa persona.
Probablemente una gran cantidad de lectores alzaran su voz en contra y con toda seguridad me dirán que no es comparable. Pero a mi entender sí lo es, la única diferencia, es que la Infanta Cristina al ser un personaje público, con una situación más que privilegiada, se convierte en blanco de todo ataque. Se pierden las formas y cualquier actitud que ella tome es criticada hasta la saciedad, si ríe porque ríe, si llora porque llora, si entra a los juzgados en coche porque entra en coche, si baja andando porque es una provocación, si saluda porque es educada, si no saluda es prepotente.
Que quede claro que no estoy justificando en absoluto la situación que ha provocado el que esté ahora en el ojo del huracán, aunque pienso que la justicia ya decidirá y entonces podremos hablar sobre el tema. Conociendo y viviendo en esta sociedad, seguramente pase lo que pase, se decida lo que se decida, nada conformará a la gente. La mayoría está subida en la queja y reproche permanente, da igual quien sea, da igual lo que haga, da igual todo, el caso es despotricar, atacar, perder los papeles; no importa el motivo. En su opinión el “atacado” deja de tener derechos, deja de ser un humano, ni siquiera muriendo daría solución y por supuesto no dejaría de ser motivo de recriminación.
La razón para escribir este post, parte de las numerosas críticas y ataques a la Infanta Cristina por reírse en el avión de vuelta a Madrid después de ocho horas de interrogatorio del Juez Castro. En mi opinión, todos y digo todos, ella y el resto, hemos perdido la brújula. Toda persona tiene derecho a momentos de debilidad, a sentirse triste, deprimida, nerviosa y por tanto también tiene derecho a encontrar un sistema de autodefensa, es humana, es persona y eso no hay que olvidarlo.
Resulta difícil de entender e incoherente que quienes se dicen de “izquierdas” y “defensores de los derechos sociales” sean los primeros en lanzar a plaza pública a cualquiera que no haga lo que a su entender es lo correcto, mucho me temo que sus actitudes son más de “dictadura” que de otra cosa.