La longitud del túnel

Eso de la luz al final del túnel es una metáfora muy socorrida para crisis de corto recorrido. En los tiempos que corremos, el problema es saber cuánto mide el túnel, si tiene final y si en la boca de salida hay algún foco que permita albergar alguna esperanza. No valen destellos, esos destellos que nos hicieron ver los más optimistas a finales del 2009. Las cifras de la encuesta de población activa del último trimestre del año pasado no dejan lugar dudas de que ha sido el peor de los años desde que se tienen registros fiables, con desempleo en los hogares de Baleares por encima del 22 por ciento. Son personas en edad de trabajar, con ganas de  trabajar, probablemente la mayoría con necesidad imperiosa de trabajar y no encuentra dónde. Curiosamente, nunca antes había habido tanta población ocupada, pero eso no es ningún consuelo para los parados reales, los que han perdido su puesto de trabajo. La pregunta es hasta cuándo se puede vivir en el túnel, qué número de desempleados puede aguantar el tejido económico y social de la Islas para que el sistema no se desmorone y en la calle aparezcan síntomas de revolución para luchar por la supervivencia. Como hasta ahora no han aparecido signos de rebelión, de asaltos, manifestaciones de ciudadanos enardecidos que están al límite de poner atender al día a día en gastos fijos, debe tener el sistema mecanismos extraños para mantener el equilibrio. Ahorro, despensa, ayudas oficiales y de organizaciones privadas, padres solidarios, pensionistas generosos… Pero todo tiene un límite. El de la resistencia pasiva, también. La gran duda es hasta cuándo y si llegarán a tiempo los efectos de la reforma laboral, de las políticas activas de empleo y del cambio estructural del sistema. O sea, saber cuánto mide el túnel.