Un madrileño puede casarse en separación de bienes y un ciudadano de Baleares en gananciales. Hacerlo es muy fácil; Solo tienes que hablarlo con tu pareja antes de la boda porque si no lo haces, por defecto, se aplica el régimen contrario. Y mira tú por donde que la mayoría no lo habla y es que ya puedes imaginarte la escena:
El/la que va a beneficiarse del cambio: -Mira cariño ahora que estamos aquí en la nube rosa y azul, eligiendo la colcha de nuestro nido de amor. (Mua mua, abracito), .- Te quería decir una cosa... es una tontería (¡ Pero qué guapa estás ¡) .-No, solo que he pensado que dejando de lado el régimen que nos toca podríamos casarnos en gananciales, o en separación de bienes, según sea el caso. Y la música celestial deja de sonar de golpe, y ya no huele a rosas, y las voces ya no son dulces... y en el mejor de los casos el otro, el que va a perder con el cambio de régimen dice que no hay problema -Si yo no quiero nada tuyo.. Me parece perfecto... ¡Y un cuerno le parece perfecto! A nadie le parece perfecto descubrir que mientras está preparando la boda su pareja está calculando qué régimen matrimonial le convierte más para el caso que las cosas se tuerzan. Porque cuando se habla de ello, el amor salta por la ventana y la magia se rompe en mil pedazos. Por eso la mayoría opta por no hacer nada o lo que es lo mismo, no hablarlo y por eso precisamente, como decía al principio, la mayoría se casa en el régimen que se aplica por defecto en su comunidad.
Y no me extraña porque a veces pienso que el que dijo eso de que las cosas hay que hablarlas, fue el mismo que dijo que no hay mal que por bien no venga y que el dinero no da la felicidad.
Pero hay malas noticias porque a partir de hoy lo de no hablar las cosas deja de ser una opción si hay niños de por medio. El churumbel, por defecto deja de llevar el apellido del padre y ahora los progenitores están obligados a ponerse de acuerdo en el orden de los apellidos. Y no te equivoques; tu suegro quiere que tu hijo lleve su apellido y tu padre también. Si te dicen que les da igual, mienten. Así que no olvides incluir a tus padres y suegros en el acuerdo.
¿Y si no hay acuerdo? Pues esa es precisamente la parte que más me gusta de la reforma de la Ley del Registro Civil que entra hoy en vigor. Si en tres días no hay acuerdo decide el encargado del registro “atendiendo al interés superior del menor”. O sea que si cree que el nombre queda mejor seguido del de la madre, pone el de esta antes, o viceversa. En fin, que si bien la obligación de llegar a un acuerdo no es del todo real, la amenaza de que sea el funcionario el que elija el apellido de tu hijo es suficiente para que no tengas otro remedio que hablarlo.
Un cambio normativo que me parece un avance justo en el camino a la igualdad de sexos pero que es a su vez un retroceso para ese lubricante de relaciones de pareja llamado evitar conflictos. Está claro que el camino a la igualdad debe primar.
Por tanto ya sabes. Empieza a practicar: “Cariño... tenemos que hablar... Y decir “tenemos que” no es una manera de decir que estaría bien hablar, quiere decir exactamente que no te queda otra que hacerlo. Suerte.