La lavadora y las notas

Una tarde de invierno, con todos los ingredientes para no salir de casa, o sea, lluvia, viento, temperatura de pingüino o de oso en estado de hibernación, en la que la sala de espera era un concierto de toses y estornudos, y mi cerebro ya iba dirigido a enfrentarse con todo tipo de mocos, de pronto entró por la puerta de la consulta una pareja de frecuentadores habituales que me desmontó. Era una madre que venía con el niño y con las notas. El niño, con doce años, más listo que el hambre, y la madre, absolutamente obtusa. Conociéndola, me podía esperar cualquier cosa, pero nunca me hubiera imaginado que me iba a tener que enfrentar a semejante consulta. Cuando le pregunté qué era lo que le pasaba, me contestó: “Pué que argo va tené que hacé uté, dotora, porque mi Kevin m'ha zacao cinco zupenzo, y aquí le traigo la nota pa que la meta con zu papele der niño, pa que zu dotora la guarde, poque ella me dijo que le tenía que traé la coza importante, y éto e una coza importante. Ademá, que yo me tengo que comprá una lavadora y no me la puedo comprá porque le tengo que pagá ar niño la craze de repazo, y me dice la zicóloga que lo que paza é que lo profezore zon mu malo, pero lo profezore me dicen que é que er niño é mu vago, entonce, po argo va a tené que hacé uté pa que yo me compre la lavadora...” Dado como era aquella madre, sabía que era inútil intentar explicarle que eso no tenía nada que ver con la salud y que excedía mis competencias, por lo que opté por la opción B, es decir, echarle una bronca al niño, que era lo que ella quería, y entonces, le dije: “Pero vamos a ver, Kevin, ¿tú no ves que tienes que estudiar porque para cualquier trabajo te van a pedir el graduado? Sin el graduado, no vas a poder trabajar ni de basurero. Además, que tu madre necesita la lavadora” El niño, ni caso, a su bola, mirando al techo, que le daba igual , y entonces la madre le dio un codazo intentando que atendiera, y me contestó: “E que no va pa bazurero, va pa furbolitta, dotora, ar niño lo que le guta é er furbo” El niño, impertérrito. Ante semejante razonamiento, ya tuve que improvisar, y le dije: “Vaya, y para futbolista, ¿qué te crees?, ¿que para fichar en un equipo profesional no te lo van a pedir? Sin el graduado no vas a poder fichar en ningún equipo, sólo vas a poder darle patadas al balón en la calle y nada más. Además, como vayas con la ropa sucia, te van a echar, y tu madre, sin lavadora. Allá tú”. El niño seguía absolutamente “empanado”. Y la madre contestó: “¡¡Andá, y pa torero, mira er mirmízimo Jezulín que no ze le tenía y ze le tuvo de zacá, que yo m´acuerdo....!!" Ante esa afirmación tan contundente se me cayeron, vulgarmente hablando, los palos del sombrajo, pero el niño dejó de mirar al techo e hizo una mueca que demostraba la eficacia de la estrategia de la madre. Total, que en vista de mi escaso poder de persuasión, y teniendo en cuenta que me habían sacado un rato de la rutina de los mocos, en lugar de enfadarme porque estaba perdiendo el tiempo, estuve a punto de proponerle que, en lugar de pegarle yo una bronca a su Kevin, les pegara ella una bronca a los míos, que también sabían sacar suspensos.... ...Y ahora, ¿qué diagnóstico le ponía yo a ese niño?...¿O se lo ponía a la madre?...

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