LA JERINGUILLA |

La mosca en la oreja

Antes de empezar quiero avisar de que los nombres que contiene este artículo han sido modificados lo suficiente como para guardar la confidencialidad de los protagonistas de una historia que sucedió hace unos días y que me demostró que el azar es capaz de provocar cosas increíbles. Desde que, hace años, tuve que llamar a Jaima Cebollino con la sala de espera llena, venciendo el miedo escénico -y menos mal que existía y apareció, con lo cual el ridículo se minimizó bastante-, no había vivido una situación semejante. Pero el otro día, cuando miré el nombre de la primera paciente en la pantalla del desordenador Jorobator y ví que se llamaba Plutonia, creí que me intentaba gastar una broma, pero ante la duda, salí a la palestra, la llamé y apareció. Pero es que el siguiente paciente se llamaba Mac Pollo Ramírez y tuve que volver a hacer el esfuerzo. Le llamé y se levantó. Cuando nombré al tercero ya había vencido el miedo escénico y dije Petronila Chachupipa, con toda naturalidad. Ahora bien, cuando vi que la siguiente se llamaba Frócula Cromelón, me dije que eso era imposible, que este tocapelotasmari se estaba quedando conmigo. Además, ¿por qué todos los nombres raros me tocan a mí? Bueno, pues ahí le tengo que dar la razón al desordenador, las cosas como son, porque, para mi sorpresa, salió Frócula de entre la muchedumbre. Cuando le pregunté qué le pasaba, me contestó: “Dodododotorsita, tetetengo uuuna momomosca en la oooreja”. Entonces, sin más preguntas, fui directa al grano y le miré el oído, y cuando comprobé que no tenía ninguna mosca y se lo comuniqué, siguió insistiendo en que la tenía que tener: "¡¡¡Pepepero es que tititiene que estatatar aaaahí...Mememe eeestá vovovolando popopor la oooreeja!!!” Le pregunté por qué creía que tenía que tener una mosca en la oreja y me contestó: “Popoporque mememe la hahaha papapasado mi mamamarido” Entonces, ya perpleja porque he visto muchas cosas raras pero ésta me estaba empezando a superar, le pregunté a ver cómo se le había ocurrido a su marido meterle una mosca en la oreja y para qué, y me respondió: “Eees que mimimi mamamarido eeestaba dududurmiendo y rororoncando y lelele eeentró uuuna momomosca en lalala boboboca, y sesese la tratragó, y dededespués yo dododormí cococon él, y aaaahí mememe la papapasó...” Al final, y tras un arduo interrogatorio que no os cuento para no cansaros más, resultó que lo que le pasaba era que le hacía ruidos el oído, y, en lugar de contármelo directamente, estaba convencida de que, por un extraño mecanismo, aquella mosca había ido a parar a su oreja, haciendo un recorrido sorprendente por su cuerpo y el de su marido. Ya no le quise preguntar por qué orificio de su marido creía que había salido la mosca, ni a través de qué orificio suyo le había podido entrar, para no meterme en una conversación poco menos que pornográfica que no venía al caso, pero no quiero ni imaginarme la contestación. Me costó muchísimo trabajo convencerla de que ese ruido no tenía nada que ver con la mosca, pero, por la cara que puso, creo que no lo conseguí. Y es que algunos ya vienen autodiagnosticados. La verdad es que si ella no tenía la mosca dentro de la oreja, quien la tuvo desde el principio de la consulta detrás de la oreja fui yo, hasta que conseguí descifrar el jeroglífico. ¿A ver si ya no tenía la mosca porque me la había pasado a mí? Ahí ya empecé a entender porque estaba yo ese día tan sumamente mosqueada.

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