Hace unos días, o noches, ya no me acuerdo, tuve que hacerle un informe a un paciente con un quiste sacrocoxígeo para remitirle al hospital, pero no tuve en cuenta que las desgracias nunca vienen solas y que las impresoras se pueden confabular en tu contra. Cuando intenté imprimir el informe, me encontré que a la impresora Brujilda, -que tiene la corteza cerebral en espiral, o sea, bastante retorcida-, no le daba la gana de coger el papel. Lo puse en el cajón de arriba, pero eso tampoco le gustó, y se negó a imprimirlo con tal de no colaborar. Entonces, lo puse en el de abajo, pero me contestó que tenía papel atascado. Le hice una exploración física completa y no encontré ningún papel atascado en el cuerpo serrano de la impresora. Claro, que como a mí, aunque practico habitualmente la Impresorología de urgencia por necesidades del servicio , no tengo el título de especialista, es muy posible que se me olvidara mirarle algún higadillo oculto, pero como no la podía operar y lo que tenía tampoco era una urgencia vital, decidí pedir una interconsulta con Impresorología Interna en otro momento en el que no tuviera un paciente delante. A los 20 minutos, decidí pasar de ella, y, eso sí, disimulando todo lo que pude, me dirigí, con más miedo que vergüenza, a la impresora Lagartona. Ésta, que está en la sala de curas y es muy mandona, me hizo volver a abrir mi sesión, por lo que tuve que cerrar la anterior, y obedeciéndola ciegamente, que es lo que a ella le gusta, intenté que me hiciera el favor de reproducir el informe. Pero no tuve en cuenta que las cosas siempre pueden empeorar. Y es que, la susodicha presenta una serie de síntomas y signos físicos que complican el diagnóstico diferencial. Tiene cajoncillos y nunca se sabe cuál le va a fallar, pero ese día le falló el de abajo, de forma que en lugar del informe, lo que sacó fue una especie de hemorragia (el papel que sacaba estaba teñido de rojo) pero eso sí, lo sacó todo, y todo escrito en sánscrito. Pero claro, ¿cómo podía saber yo si aquello era una hematuria con coágulos, una hemorragia digestiva con melenas, un síndrome coleriforme o una metrorragia? Lo correcto hubiera sido hacerle un test de embarazo, no fuese a ser un aborto (el diagnóstico preferido de su socio el desordenador). En ese momento se me encendió la bombilla: ¿A ver si va a ser un parto múltiple con aguas meconiales resecas? ¡Ya me parecía a mí mucha coincidencia que el ratón Rasputón tuviera esa forma tan sospechosa de espermatozoide! Me parece que ya sé a que se dedican estos dos en sus ratos libres, y mira que tienen pocos. ¿Y si la inseminación se ha producido en horario laboral? ¡Ay, amigo, entonces sería falta grave y habría que abrirles un expediente. Y ya de paso, como me gusta ahorrar papel, creo que sería conveniente que alguien se lo comunique por escrito al ratón y a la impresora y les informen de que existe la anticoncepción de urgencia. Claro, tampoco sé si el tonner del día después estará todavía en fase experimental. Pero bueno, como a ésta ya no le va a servir de nada, cuando termine la cuarentena, ya la derivaré al gineimpresorólogo. O mejor, eso que lo haga su impresorólogo de cabecera, que para eso está. ¡Vaya, no se me había ocurrido! ¡Va a estar en cuarentena! ¿Cuanto tiempo se tiran las impresoras en cuarentena? ¿Y la baja maternal? ¿Tendrán derecho a baja maternal las impresoras? ¿Le van a poner una sustituta? ¿Y las horas de lactancia? Como su agenda la tengan que asumir el Rasputón o la Brujilda, estamos arreglados. A todo esto, después de no sé cuanto tiempo, yo no había sido capaz de darle al paciente el informe, pero eso sí, me había hecho toda clase de 'pajas mentales' acerca de la impresorología y sus subespecialidades, estaba a punto del infarto y el paciente hasta la coronilla, porque, además no se podía sentar, mientras la enfermera, a la que le había robado su desordenador, ya andaba a punto de estrangularme con una venda de tubo, porque se le estaba acumulando la faena. Al final terminé escribiéndolo a mano, una operación en la que tardé unos 10 minutos más porque no encontraba impresos por ninguna parte. Por supuesto, ya os podéis imaginar como estaba la sala de espera. Para qué os voy a contar el resto.
