La isla mínima

Qué bonita la gala de los Goya, ¿verdad ? Larga, eso sí. Con un presentador con recursos y encima, con premio. Y con besazo.

En fin, guapísimas ellas, elegantes ellos.. Hasta pasó por la alfombra rosa la mismísima Penélope Cruz.

La gente del cine fue respetuosa y educada, hasta un poco indiferente con los mandamases de la cosa pública. Ahí estaba su mensaje. Sin aspavientos, corroborado por una taquilla que les apoya. Aunque no les salva de la ruina.

Me gusta el cine español. Nunca entendí porqué ha sido denostado y abandonado por el público.

Ir al cine es un ritual, aunque carísimo. Alguién debería meter mano a este tema, porqué las salas de cines tienen algo ya de universidad privada.

Pero el cine es cultura y todos debemos poder y saber disfrutar de ello, tener acceso a ella.

Me gustó especialmente el discurso de Alberto Jiménez, ganador del Goya a mejor dirección por La isla mínima.

Jiménez señaló que “la cultura debe dejar de ser un arma arrojadiza entre la izquierda y la derecha”. Resume de manera elegante, pero muy clara la realidad de la cultura en este país.

Les dió en toda la cara a la clase política, la que se ha ocupado de la cultura en España desde que nos dejó el dictador. Porrazos a la derecha y a la izquierda, y vuelta a empezar.

Dejó en evidencia el nulo interés que despierta entre los políticos la cultura, la educación en su ránking de objetivos. Ni su defensa, ni su protección. Y ya de inversión ni hablamos. Ni figuran en ningún programa electoral. Y si lo ponen, en realidad es de broma.

Miren los planes de estudio que se han mareado durante estas últimas décadas, la movida que tenemos ahora con las carreras universitarias, tres más cuatro, dos más tres y cha cha chá. A la cola de todos los países estamos, y sin pestañear. Bueno, el que no pestañea es Wert, qué cuajo el tio.

Aunque él es el último por ahora. Los de izquierda se hacían amigos de los trabajadores de la cultura y parecía hasta plausible que iban a apostar por la cosa cultural. Y al final, sálvese quién pueda.

Un arma arrojadiza y un engaña ciudadanos. Así estamos en este país, en esta isla.

Los políticos ni defienden, ni protegen la cultura, ni apuestan por ella. Alguna excepción hay, a la derecha y a la izquierda.

En general, no les crean. Mienten.

Tal vez no podamos acceder a la formación reglada, a estudios superiores, pero no debemos dejar de consumir cultura. Escuchen a los profesionales. Siempre nos animan a disfrutar de la música, a ver cine, a leer, a visitar exposiciones y a ser usuarios de bibliotecas. No podrán con la cultura, aunque la tengan olvidada, recortada, vapuleada y menospreciada.

Un flaco favor le han hecho legislatura tras legislatura, a la cultura. Y hacerlo desde la izquierda es más vergonzoso, más indigno, más miserable.

La isla mínima es más que el título de una gran película, puede ser una triste premonición.

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