La erótica del poder
viernes 13 de diciembre de 2013, 07:07h
No recuerdo un evento que haya acumulado tantos despropósitos, anécdotas y comentarios como el celebrado este martes en el estadio FNB de Soweto. Probablemente sentado entre Machín y Luther King, a la izquierda de Gandhi, seguro que Mandela mudó en carcajada su sempiterna sonrisa al observar, desde donde haya querido capitanear su alma, el pintoresco espectáculo de su funeral. En la lluviosa mañana, al final de la primavera sudafricana, el colorido recinto remozado, donde Tata Madiba pronunció su primer discurso y se despidió del mundo entero, parecía listo para que miles de compatriotas bailaran y cantaran en su recuerdo. Lo que nadie podía esperar, el día en que el preso 46664 hubiese cumplido veinte años como Nobel, es que Charlize Theron, Naomi Campbell, Richard Branson, Oprah Winphrey, Bono o Bill Gates pasaran desapercibidos y el gran protagonista de la gala se llamara Thamsanqa Jantjie. Su “brote de esquizofrenia” ha provocado la indignación y dejado en evidencia la pésima seguridad de un recinto que albergó a casi un centenar de dirigentes mundiales y habrá conllevado algo más que una reprimenda para el servicio secreto americano. El hierático mimo, que sólo gesticulaba con las manos a modo de traductor para sordos, permaneció cinco horas en el escenario a pocos centímetros de los dignatarios, sin que nadie reparara en su farsa. Una chanza estrambótica, con apariencia de boutade, si no fuera por las consecuencias que hubiera podido generar.
No cabe duda de que la ocasión también tuvo otros nombres propios que adquirieron relevancia en extraños conjuntos de pareja, como Sarkozy y Hollande, que apenas se dirigieron la palabra tras el anuncio del húngaro de volver a la política. También llamó la atención el beso cómplice de Winnie y Graça, rivales casi siempre y ahora viudas consecutivas. Hasta se convirtió en la imagen del día el apretón de manos de Castro y Obama, para muchos la plasmación del legado de Mandela, excluidos McCain y el Granma: aquel por pertinaz en su crítica y el diario cubano porque del fugaz encuentro ni ha hecho referencia. Pero de todos los dúos, con el permiso de la primera ministra danesa, los inquilinos de la Casa Blanca se llevan la palma. El mundo entero, cancillerías incluidas, ha tomado partido por uno de los dos dioses del Olimpo, que se encarnaron en comunes mortales, al ver la serie fotográfica más reproducida desde entonces. Dejando al margen la fresca empatía de Helle Thorning-Schmid y Barak Obama o la proporcionalidad de la respuesta de Michelle Robinson (se siente madre soltera) al entender que su marido le daba la espalda, el dilema adquiere carácter de estado cuando la Primera Dama dejó en evidencia la autoridad y el respeto exigido entre aliados por un visceral ataque de celos. La despedida de quien inició el largo camino a la libertad desde el apartheid acabó como una comedia palatina escrita en negro sobre blanco, porque si inquieta que los amos del planeta descontrolen sus emociones, también reconforta saber que sus miserias y debilidades son tan humanas como las de sus paisanos terrenales.