Cuesta mucho comprender la oposición de algunos ciudadanos a que el Govern de les Illes Balears haya tenido que proceder a matar –se utiliza el eufemismo eliminar, pero no deja de ser el sacrificio de los animales– a la colonia de cabras que habitan de forma completamente salvaje y descontrolada en el islote de Es Vedrà.
Es posible –y también lamentable– que el movimiento de protección animal tan activo en los últimos años, sobre todo por las redes sociales, haya perdido toda visión objetiva y todo sentido común cuando se plantean por encima de toda consideración la protección de toda vida animal, como si se tratara de personas, cuando el Govern ha explicado con detalle el por qué de esa decisión que en absoluto es caprichosa, totalmente científica y técnica y que obedece a fines medioambientales y de protección de la fauna y flora autóctona y endémica que habita el islote y que los ejemplares caprinos ponen en grave peligro.
Aunque se barajó –de forma un tanto irreal y temeraria– la posibilidad de trasladar a los animales para no tener que sacrificarlos, la realidad ha acabado imponiéndose porque el mero intento de capturarlos vivos es tarea casi imposible, igual que su traslado hasta una zona de cuarentena. Finalmente los animales serán abatidos a tiros y sus cuerpos abandonados en el islote para alimento de las alimañas. No se puede descartar que los animalistas organicen un funeral por el ganado caprino asesinado, a la vista del despropósito.