Escribo en directo. Ya sé que es difícil escribir un artículo en directo pero -¿qué quieren que les diga?- es lo que hay. Me explico: tengo sintonizada en mi televisor, en estos momentos (de ahí lo del escrito en vivo), la Cadena 13, el canal de la Conferencia Episcopal Española, o sea, de la Iglesia. Nota para el lector: estamos hablando de una Iglesia que debería escribirse en minúscula, es decir iglesia. Y no deberíamos hablar de una institución sino de un antro de carcas, resentidos, iletrados, mostrencos, primitivos y arrogantes; en definitiva: adoquines. Se atribuyen la representación del pensamiento de todos los españoles cuando no son más que una manada de papanatas, anclados en el franquismo más patético. Pobres católicos españoles: ¡qué papelón!
Me estoy refiriendo a la línea editorial de la cadena (¿línea? ¿editorial?), a sus presentadores estrella y a la mayoría de sus tertulianos; he dicho la mayoría, no todos, pero casi. En este mismo momento, tecleo con los auriculares en los oídos. Hace sólo tres horas que ha finalizado la manifestación del 11 de Septiembre, celebrada este año en cinco localidades catalanas, y la Cadena 13 tiene montada una tertulia repleta de mentes preclaras, abiertas e inteligentísimas, entre ellos Paco Marhuenda y Javier García Albiol. Es sólo un botón de la muestra.
Varios centenares de miles de personas se han congregado para reclamar la independencia de Cataluña. Normalmente, se podría hablar de la existencia de un problema político; un conflicto que el Estado español se empeña en enmarcar dentro de la más absoluta judicialización. En el debate (¿debate?) de la cadena de Rouco Varela o sus obedientes sucesores, se discute sobre las medidas que debería tomar el Estado para acabar (sí, acabar, palabra textual) con el nacionalismo catalán. Eso: diálogo.
Una posibilidad, comentan, sería no computar (sic) los votos de los diputados nacionalistas en el Congreso de los Diputados; otro comentario: ilegalizar a los partidos políticos que tengan como objetivo el soberanismo; otro más: esta tropa (también sic) que han salido hoy a la calle en Cataluña no son nada más que unos locos y unos delincuentes que no hacen otra cosa que el ridículo. ¿Sigo?
Venga, sigo: unánime defensa general -en este foro piadoso, tolerante y astuto- cuando se trata sobre las declaraciones del ministro en funciones del gobierno español señor García Margallo en las que dijo que el terrorismo se puede superar pero el secesionismo es irreversible. Gran unanimidad en el circo televisivo. Olé, ¡todos de acuerdo!
A mí, la imagen de cientos de miles de personas, todos locos y delincuentes, haciendo el ridículo me da una sensación de perplejidad digna de ser estudiada. Creo que este fenómeno se debería inscribir en el libro de los récords Guinness. No creo que jamás en el mundo se haya producido una reunión tan masiva de insanos y chorizos. ¡Impresionante! ¡Si Freud viviese...!
Ahora mismo, en directo: ¿para qué sirve el artículo 155 de la Constitución Española si no es para ejercerlo, para activarlo, para ejecutarlo?
Formamos parte de la OTAN y eso salva a los catalanes de una nueva entrada de los tanques por la Diagonal de Barcelona (y algunos cruzando el Ebro) con el sano objetivo de aniquilar a este grupito de enfermos mentales, malhechores y forajidos. Porque, seamos realistas, cientos de miles de individuos no forman más que un grupito.
¡Leña al mono!
Al mono catalán.