Dicen que la fe mueve montañas. Y es posible que en determinadas circunstancias sea efectivamente así. Lo demostró el Mallorca —nuestro Mallorca— aquella temporada en que finalmente superó al Levante y se mantuvo en Primera o también hace ahora justo un año, cuando tras una excelente temporada se impuso al Deportivo en un partido épico en Son Moix y regresó a la élite. Sin embargo, ese tipo de fe no la ve uno ahora mismo en el conjunto de Vicente Moreno, que ante sí tiene además no una montaña, sino toda una cordillera que intentar mover, que no sabría uno decir si es la del Himalaya o la de los Andes. La que ustedes prefieran.
Tras la derrota de los bermellones por tres a uno ante el Athletic este sábado al mediodía, la salvación sigue estando de forma momentánea a seis puntos. Esa salvación la marca el Eibar, que jugará este domingo, cuando sólo quedan ya seis partidos por disputar. Sería necesario que ganásemos como mínimo cuatro de esos encuentros aún pendientes y que el Eibar o el Celta tuvieran varios graves tropiezos consecutivos —debacles, vaya—, que por ahora no se vislumbran en el horizonte. Además, el conjunto vigués y en parte también el guipuzcoano parecen tener hoy toda la fe que, por unas razones o por otras, no acaba de acompañarnos a nosotros.
Este sábado, como siempre, el Mallorca lo intentó, esta vez frente a los pupilos de Gaizka Garitano, pero cuando las cosas no te salen, no te salen. A los quince minutos de juego ya íbamos por detrás en el marcador, después de que Raúl García hubiera adelantado a los suyos de penalti. La falta previa la había hecho de forma involuntaria Lago Junior, pero el árbitro de manera justa la pitó. De todas formas, en los primeros compases del encuentro Unai López nos había dado ya dos avisos con sendos remates, que en ambos casos desbarató con gran acierto Manolo Reina.
Cuando aún no nos habíamos repuesto de ese primer tanto, llegó el segundo diez minutos después, obra de Oihan Sancet, tras un saque de esquina. Ya en la segunda parte, las cosas fueron algo distintas, en especial después de que Ante Budimir consiguiera acortar distancias, también de penalti. Aún quedaban entonces veinte minutos para que acabase el encuentro y por unos instantes pareció que todo podía pasar. De hecho, Dani Rodríguez podría haber empatado, tras un gran disparo que salió rozando el poste. Sin embargo, lo que finalmente llegó fue el tercer gol del conjunto bilbaíno, marcado por Asier Villalibre.
Tras esta nueva caída, ahora mismo ya sólo cabe pensar en iniciar la escalada de esa impresionante cordillera que tenemos ante sí. Porque moverla, lo que se dice moverla, no creemos que vaya a ser ya posible a estas alturas. Y nunca mejor dicho. Parafraseando al mítico alpinista francés Armand Charlet, los mallorquinistas de corazón nos sentimos hoy tentados a decir, como dijo Charlet ante el macizo del Mont Blanc: «Esto no es alpinismo, ¡es la guerra!».