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La cobra

Por Vicente Enguídanos
viernes 04 de noviembre de 2016, 01:00h

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Llegar a comprender los oscuros motivos por los que un país se conmociona ante la hipótesis de que Bisbal hubiera rechazado un gesto cariñoso de Chenoa, cuando solo debería ser un asunto entre David y Laura, está tan lejos de mi alcance como entonar el ‘taka taka’ con el que Joan de Son Rapinya nos castiga desde hace cinco años. Mi intelecto es tan limitado que no comprende su viralidad, ni siquiera llega a descifrar la etimología de la expresión, tan arraigada en el lenguaje juvenil como lo fue su referencia en el antiguo Egipto.

Pero la cobra no es el único animal rastrero, venenoso y con la lengua bífida, puesto que algunos políticos también tratan de intimidar escupiendo ponzoña y utilizando una doble vara de medir. Cada día descubrimos nuevos ejemplos de vulneración de la presunción de inocencia y libelos inaceptables en un estado de derecho. El empleo de las redes sociales para la infamia y el desprestigio del adversario siguen desbordando los límites de lo tolerable y, aunque califican al calumniador más que a su víctima, en este país todavía se practica con provecho el recurso de difamar, que algo queda.

Lo más grave, aún, es lo sensible que tienen la piel quienes se creen impunes a la crítica y valedores de la pureza democrática. Arremeten sin pruebas ni pudor contra quien pretenden censurar, pero se rasgan las vestiduras si les administran la misma medicina. Es válido el ejemplo que esta semana nos ha puesto en bandeja el colectivo podemita. No se disculpan por tachar de delincuentes a quienes han sido exculpados de cualquier irregularidad, faltando al respeto que merece cualquiera, en casi todos los rincones del planeta, sino que chapotean en el fango para manchar a todo el que se acerca, salvo que venga protegido con un impermeable morado.

Es infecto el estado en el que estamos abandonando el régimen de libertades que tanto nos costó conquistar, cuando alguien inocente debe recurrir a los tribunales para que un homólogo, que fue condenado por un delito de desobediencia y una falta de lesiones, se retracte de una acusación infundada. El mismo que no comprende por qué se le da importancia a un mensaje satírico y no se le dedica tanto tiempo y espacio a la corrupción (@AligiMolina), pero que no ha escrito una sola palabra pidiendo transparencia ante la incoherencia esgrimida por su compañero de filas y portavoz de su formación en el Senado, al comprarse una vivienda sin recursos, en un municipio donde no residía, con el dinero de su padre (militante socialista inculpado en el escándalo de las tarjetas “black”) y que vendió a los pocos meses, obteniendo beneficios por más del 50% de del dinero invertido. El aspirante a secretario general del Consejo Ciudadano de Podemos en Palma se autodefine como anticapitalista, pero comparte carné sin avergonzarse con quien se aprovecha de la especulación urbanística con recursos ajenos, sin reparar a quién ha perjudicado y tomándonos por tontos. Pero los que tienen códigos de honor son los otros, claro.

Con un Consejo de Ministros remozado, aunque invariable en lo esencial, es previsible que el tono agresivo y la puesta en escena de la nueva izquierda sigan estando presentes en la vida pública. Será dramático que la regeneración y la apuesta de futuro para este país, por parte de un colectivo emergente, quede reducido a una serie de greguerías o tuits, en los que abunde el insulto o la chanza, transformando la actividad parlamentaria en ópera bufa. Eso sí que es veneno para la convivencia y no el de la cobra.
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