Este dicho, un tanto silvestre, viene a decirnos que, por más que tratemos de escapar de nuestras raíces estas siguen ahí. De igual manera que, aunque hayamos domesticado a una cabra, esta tendrá una tendencia irrefrenable a subirse por las zonas más escarpadas del monte.
Este refrán castellano significa que es muy difícil vencer la tendencia natural; que al final siempre se vuelve al sitio donde uno ha nacido o a lo que ha aprendido de pequeño, a lo que uno es. Es difícil luchar contra la naturaleza de uno: lo que la naturaleza da, nada lo puede cambiar, vamos que “quien nace lechón muere cochino”.
Las palabras de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la sesión de control al Gobierno el jueves de la semana pasada en la Asamblea de Madrid, cuando hablando de la exhumación de Franco interpeló a Sánchez preguntándose qué será lo próximo, no han dejado indiferente a nadie, “¿Qué será lo siguiente? ¿La cruz del valle? ¿Todo el valle? ¿Las parroquias del barrio? ¿Arderán como en el 36?” es el último disparate de esta señora, de momento. Por su parte el “número dos” del Ejecutivo madrileño por el Cs, Ignacio Aguado, indicó que “es una certeza” que “en el año 36 ardieron las iglesias” remarcando que el Gobierno regional va a “hacer todo lo posible para que no vuelvan a arder en 2019 como consecuencia de que haya alguien que quiera imponer su ideología sobre otras”, vaya solemne idiotez, por partida doble.
Que esa persona, Diaz Ayuso, sea la presidenta de la comunidad de Madrid es una insensatez. Se les tendría caer a los del Cs la cara de vergüenza, vergüenza que no tienen visto lo dicho por Aguado, por formar gobierno con este personaje. Es una vergüenza y el paradigma de la idiotez, cuando Pablo Casado, que se ha definido como el candidato de la regeneración, aseguró en el pasado que un "pacto de perdedores" era "poco regenerador".
Es un caso digno de analizar ya que, justo es reconocerlo, no es fácil salir del anonimato, perder unas elecciones autonómicas obteniendo los peores resultados del PP desde 1983 y finalmente ser elegida Presidenta. Todo deprisa, corriendo y en escasos 8 meses. Y eso después que Pablo Casado, que se ha definido como el candidato de la regeneración, asegurara en el pasado que un “pacto de perdedores”, como el que gobierna en Madrid, era “poco regenerador”.
Y es que en este corto espacio de tiempo más de uno de los que la observaban con indiferencia, también dentro del PP, pasaron primero a poner cara de sorpresa según iba soltando sus majaderías a entrar poco después en un estado de pánico cuando se han ido conociendo nuevos datos sobre su trayectoria personal, de la que hablaremos otro día.
Es lógico que el PP apoye a Ayuso, un verdadero esperpento con patas, como es igualmente lógico el posicionamiento de Cs al respecto, corruptos y franquistas hasta la medula. Denostar la ley de memoria histórica y aludir a una probable quema de iglesias, forma parte del ADN franquista de la derecha española. Por tanto a nadie le sorprende las chorradas de una analfabeta funcional como Ayuso o las no menos imbecilidades de Aguado. El problema, como siempre, sigue estando en ese franquismo sociológico que por desgracia tanto abunda.
No ha sido más que otra demostración del nulo nivel intelectual de esta individua. En campaña defendía que los atascos de Madrid era una señal de identidad, ahora implícitamente se declara franquista pero solo ve lo que le interesa, es cierto que en su momento se quemaron iglesias, también se fusilaron personas por sus ideas. Desgraciadamente en aquella época, ambos bandos hicieron atrocidades, y la iglesia no estuvo a la altura de las circunstancias.
Lo dicho: “La cabra siempre tira al monte”.