Opino que la obligada reconversión de los clubs de fútbol y baloncesto en sociedades anónimas deportivas –el nombre en si mismo ya encierra una entelequia- no ha mejorado sustancialmente su gestión ni ordenado lo que pretendía evitar, que no es sino el despilfarro económico de directivos irresponsables que sin dar cuenta de sus verdaderos balances, iban dejando el muerto a aquellos aspirantes a ocupar sus sillones, casi siempre en busca de un reconocimiento o publicidad personal.
Hoy dia, como se desprende del sumario instado por los Tribunales en torno al amaño del Levante-Zaragoza del 2011, se cometen las mismas tropelías y la responsabilidad penal de sus autores no pasa de una hipótesis a veces indemostrable. La caída en desgracia del otrora elitista club de la capital de Aragón, de otros como el Cádiz, Sporting, Osasuna, Córdoba, Granada e históricos entre los que también se halla el Mallorca, constituyen la prueba evidente de que hundir una institución deportiva, incluso centenaria, no acarrea la menor consecuencia.
Eso sin reiterar, como hemos hecho hasta la saciedad, la irregularidad competitiva que supone admitir en la Liga de Fútbol Profesional a cuatro entidades deportivas sin ánimo de lucro, lo que no se creen ni ellos, tales como el Real Madrid, el Barcelona, el Athletic de Bilbao o el titular de Pamplona.
Una ley totalmente obsoleta al respecto y la invasión de cuerpos extraños como los fondos de inversión, las casas de apuestas o los entramados tejidos por agentes FIFA y futbolistas para derivar sus obligaciones fiscales, solo han conducido al límite de la mismísima delincuencia. El fútbol no ha cambiado un ápice, salvo algunos avances en cuestiones más físicas que técnicas, pero es bastante más sucio que antes.