Este fin de semana Telecinco anunció repentinamente el fin del programa Hable con ellas. A pesar de sus índices de audiencia, apenas ha durado en parrilla unos meses. Al tener un share bueno, todas las especulaciones versan sobre la incomodidad que debía suponer para algunos poderes fácticos la existencia de este latenight.
Una vez más, los medios de comunicación de masas (tradicionales o digitales) han escenificado la cultura de lo efímero. Sin embargo, hay que reconocer que el caso de Hable con ellas es una excepción. Lo habitual es que las grandes cadenas comerciales cancelen los programas sin más preaviso al tercer capítulo si los índices de Kantar Media son desfavorables. No se da margen a la consolidación o fidelización.
Estamos inmersos en la cultura del “fastlife”. Lo queremos todo, y rápido, y pronto nos cansamos de ello, y lo queremos cambiar por lo más novedoso. Ejemplos tenemos a mansalva: los modelos de smartphone, los famosetes, las camisetas del Barça y del Madrid... llegan, pasan raudamente, y se van. ¿Alguien lleva aún las pulseritas de gomas? El anhelo de conseguir que una canción, un edificio o un mueble devengan clásicos ha pasado a ser patrimonio de unos pocos.
Me pregunto si todo proviene de una genética humana ávida de emociones rápidas y constantes, o si estamos imbuidos por una campaña velada orquestrada por los grandes holdings empresariales -aquellos que controlan miles de marcas comerciales- para infundirnos el deseo de consumir cada día más para sentirnos satisfechos con nosotros mismos. Lo segundo ¿A que sí?
Esta postura social glotona es aprovechada por quien se ve apurado. La sucesión de noticias recientes nos dan cuenta de ello. Dimitió Ruiz-Gallardón y sólo se habló un día de ello, pues a la jornada siguiente se detuvo al pederasta de Ciudad Lineal. La firma de la convocatoria de la ya suspendida Consulta del 9-N por parte de Artur Mas (y no Àrtur como le llaman los mesetarios), apartó de la primera plana la comparecencia parlamentaria de Jordi Pujol.
Pero no he titulado este artículo “Jordi” por el exmolt honorable. Lo he hecho en honor a quien ha demostrado que es posible que un programa de televisión se emita ininterrumpidamente durante 16 años sin que tenga la necesidad de cambiar su esencia. Ni siquiera su peinado o forma de vestir.
Los fenómenos que consiguen acaparar durante mucho tiempo la atención de la gente son dignos de estudio sociológico. En Mallorca tenemos alguno.