Keanu Reeves no está muerto. Está de parranda y repartiendo kung fu a diestro y siniestro. John Wick (David Leitch & Chad Stahelski) es el sorprendente regreso del actor canadiense al mundo de las patadas voladoras y la ropa oscura, estrenada en octubre del año pasado. Pasó de puntillas por las carteleras, sin armar demasiado revuelo. John Wick no es una película revolucionaria. No pasará a la historia por haber sacudido los cimientos del cine de acción contemporáneo. Ése es, de algún modo, su punto fuerte. La experiencia de sus dos directores como especialistas de cine les ha servido para producir una historia que sigue y respeta cada uno de los lugares comunes del género, y lo hace con buen gusto y elegancia paradigmáticas.
Un asesino a sueldo retirado, tratando de superar la prematura muerte de su mujer, vuelve al ruedo después de que el primer punto de giro del guión le impulse a vengarse de - dentro música dramática genérica para tráiler de acción - aquellos que se lo arrebataron todo. A partir de esa premisa tan básica tenemos hora y media de las que probablemente sean las mejores secuencias de acción de la carrera de Keanu Reeves, y desde luego las mejores de 2014. John Wick me dejó una sensación extraña. Pensé, "esto es demasiado genérico para ser verdad". Los diálogos, los villanos, el propio protagonista. Sin embargo, toda la película está trazada para que estos rasgos, que en otro caso serían motivo de mofa, burla y escarnio, aquí sirvan para realzar el producto final. John Wick no se toma demasiado en serio a sí misma, y eso es algo bueno. El resultado es extremadamente divertido y satisfactorio. Con 50 palos, Keanu está enorme, eliminando a sus enemigos uno por uno, con frialdad metódica, barba de cuatro días y traje negro a medida. Aún así, no se libra de recibir alguna que otra galleta, y eso lo hace más humano y lo acerca al tipo de héroe de acción que mejor funciona: el tipo Indiana Jones o John McClane, vulnerable pero imparable.
La estética de la película es elegante y sencilla, con el punto justo de noir. Las secuencias de acción rehuyen de los vicios actuales. Planos largos y estables, sin temblores ni cortes innecesarios, para disfrutar al máximo del espectáculo y del trabajo de los actores. La pelea en la discoteca, para enmarcar. Hostias como panes. Ah, y además sale Willem Dafoe.