Je suis une victime de l’ETA

“A mi hijo no lo mató un yihadista, sino la ETA… ¿Puedo ser yo también Charlie?”. Leía ayer en una viñeta de un diario nacional.

Comparo las noticias, editoriales y opiniones de distintos medios de comunicación. Solidaridad mundial: “Todos somos Charlie”. Analizando la información, considero que corremos el riesgo de quedarnos en la superficie del problema, en el eslogan, en el ataque a la libertad de expresión, cuando se trata de un ataque a Occidente, a lo que representa.

Me alegro de pertenecer a una civilización en la que la libertad de expresión es muy amplia. En Occidente se puede publicar cualquier cosa, incluso abyectas viñetas, como algunas de Charlie Hebdo, sin ser condenado a muerte. Prefiero vivir en un Occidente con libertad, aunque eso implique tolerar manifestaciones artísticas que ofenden a lo que es sagrado para muchos ciudadanos, que en un mundo islámico en el que la gente es ejecutada o encarcelada por delitos de opinión.

Seguimos apelando a la integración como solución, aunque muchos de sus defensores ya no sepan cómo llevarla a cabo, una vez constatado el estrepitoso fracaso del llamado multiculturalismo. Escribió Marcello Pera: "Integrar no es lo mismo que hospedar. Integrar es asumir que existe algo a lo que atribuimos tanto valor que pedimos al que llega que lo respete, que lo aprecie, que lo comparta". Y Christopher Caldwell: "Que Europa pueda integrar a los inmigrantes dependerá de si es percibida por ellos como una civilización floreciente o decadente".

¿En qué cree la Europa actual para que, quien quiera vivir aquí, tenga que respetarlo? ¿Transmite un aura de civilización vigorosa y vital? Es difícil que la Europa sin hijos, envejecida, blasfema, relativista, que reniega de sus raíces cristianas (o sea, la Europa de Charlie Hebdo) pueda generar admiración en los recién llegados. Quien no se respeta a sí mismo no inspira respeto.

Empecemos por casa. ¿Inspiramos respeto en España? ¿Nos respetamos a nosotros mismos? Pues actualmente, y precisamente con el problema terrorista, parece que no. Viendo la actuación, antes y ahora, de algunos de nuestros gobernantes y partidos políticos, podemos encontrar la explicación a que toda la solidaridad mundial con Francia, contra el terrorismo islamista, no existiera cuando cada día ETA asesinaba en nuestro país, hasta casi 1.000 víctimas inocentes. Imagínense una campaña de solidaridad internacional contra el terrorismo etarra para que después los proetarras ocupen las instituciones públicas, sus partidos estén legalizados, o los asesinos con decenas de muertos a sus espaldas estén en la calle. Qué vergüenza, ¿no?

Por todo ello creo que ahora, al igual que antes, tenemos suficientes motivos para gritar: “Je suis une victime de l’ETA”.

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