Cuando en octubre de 2014, el entonces alcalde de Palma, Mateo Isern, anunció su decisión de abandonar la vida política al terminar la legislatura, lo hizo forzado por la falta de apoyo de la Junta Local del PP de Palma para presentarse a la reelección, así como por la actuación del presidente del partido, José Ramón Bauzá, que evitó apoyarle. Isern actuó con gran responsabilidad al apartarse a un lado, evitando generar división ante la inminencia de una confrontación electoral, y mostró su apoyo a la candidata designada para optar a la alcaldía de la capital, Margalida Durán, poniéndose a su disposición.
Tras la votación ayer en la Junta Territorial de Mallorca, donde Isern logró 99 votos frente a los 51 obtenidos por Álvaro Gijón, mano derecha de José María Rodríguez, puede afirmarse que el exalcalde ha logrado imponerse a los responsables de su decapitación y resucita de sus cenizas, cual "Ave Fénix". Los dirigentes del PP que le han otorgado su confianza para liderar la candidatura al Congreso de los Diputados, parecen haber censurado con su voto la decisión de José María Rodríguez de laminarle, por motivos nunca suficientemente explicados. Ahora Isern pide que todos trabajen unidos para lograr los mejores resultados en las elecciones del 20 de diciembre, como hizo él mismo en las autonómicas y municipales. Su petición es razonable, pero está por ver que surta efecto aunque es mucho lo que está en juego.
Todo parece indicar que estamos presenciando el inicio del ocaso del rodriguismo, que ha cosechado un durísimo correctivo con la designación de Álvaro Gijón no como primero de la lista, sino como cuarto, con escasa posibilidades de lograr el escaño. Los dirigentes populares que integran la Junta Territorial han optado por rehabilitar a un Isern injustamente tratado. Los críticos se imponen a los oficialistas y se despejan muchas incógnitas de cara al próximo congreso regional, pues poco a poco se van completando las etapas previstas, sin sorpresas significativas por más que haya resistencias.
