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Investidura: el egoismo desborda a la política

sábado 20 de julio de 2019, 01:22h

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La incertidumbre y la sombra de fracaso que se cierne sobre las aspiraciones de Pedro Sánchez para ser investido esta semana como presidente del Gobierno culminarán demasiados meses de negociaciones y estrategias políticas que se han mostrado tan desacertadas como estériles.

El Congreso de los Diputados será escenario a partir de este lunes de una nueva sesión de investidura. El primer día, Sánchez expondrá sus propuestas de actuación, de forma que el martes pueda realizarse la primera votación. De no obtener el apoyo de una mayoría absoluta (176 diputados a favor), el candidato tendrá una nueva oportunidad el jueves 25 en la que bastará que voten más diputados a favor que en contra. A estas alturas, pocos índicios hacen prever que la investidura pueda llevarse a cabo, lo que pondría en marcha un calendario endiablado que llevaría a la disolución de las cámaras el 23 de septiembre y a la convocatoria de nuevas elecciones el 10 de noviembre.

El pésimo escenario que se puede abrir no debe atribuirse exclusivamente a las exigencias legales del procedimiento; al contrario, la situación a la que está abocada el país -si no hay movimientos de última hora- hay que considerarla como el fruto de la inoperancia de aquellos que han protagonizado el proceso desde las elecciones del 26 de abril, en un marco en el que los personalismos han desbordado a la política. El espectáculo ofrecido por los protagonistas de la negociación, a los que se les ha escuchado hablar mucho de cargos y poco de proyectos, es digno del sainete más castizo.

Como resultado de esta situación, la interinidad gubernamental podría prolongarse hasta bien entrado el 2020. El escenario de inestabilidad real afecta sobre todo al ámbito político e institucional -por ejemplo, no se pueden realizar nombramientos como el de un nuevo Delegado del Gobierno en Baleares, y muchos otros-, pero un periodo excesivamente largo de incertidumbre política tendría sin duda un efecto en la economía del país. Otros países europeos disponen de una cultura política que les permite sortear la inestabilidad mediante grandes coaliciones que, hoy en día, en España, parecen imposibles.

En todo caso, la posibilidad real de que unas nuevas elecciones alterasen bien poco el mapa político actual debería bastar para que quienes tienen la responsabilidad se esfuercen todo lo posible en acordar un marco estable de gobierno para los próximos cuatro años. Una misión que está por encima de los intereses personales y partidistas.