Hace unos días falleció la esposa de Miguel Magaña, ex futbolista y técnico del Mallorca, a quien aprovecho para remitir desde aquí mi respeto y condolencia. Asistieron al funeral todos sus antiguos compañeros de la dirección deportiva que dirigió Nando Pons: Navarrete, Gilet, Molina, Vidal, Siviero, Marcos, ......no faltó nadie, además de otros profesionales más o menos cercanos y de otras secciones del club. Me pregunto si tan mal se han hecho las cosas en aquella santa casa para que no quede apenas rastro de mallorquinismo y mallorquinistas donde antes hubo unión y eficacia. ¿De verdad tiene que venir un secretario técnico del último escalafón del Espanyol y un coordinador de fútbol base sin más experiencia que en clubs catalanes de tercera fila para encabezar el departamento más importante de cualquier club de fútbol que se precie?. Del CEO ya ni hablo, primero porque es perder el tiempo y segundo porque ya se lo comerá Robert Sarver con patatas. Pero quede constancia, una vez más, que cualquier parecido del actual inquilino de Son Moix, que no propietario, con lo que fue en su día esta institución es mera y no menos lamentable coincidencia.
En la misma tesitura pude charlar brevemente con alguien que sigue en activo en Son Bibiloni y cuyo nombre, por razones obvias, no desvelaré para evitarle represalias. “Si me gusta lo que veo, hago mi trabajo y callo; cuando no me gusta, cojo los bártulos y me voy a casa hasta que se me pasa el cabreo”. No hace falta añadir una sola sílaba. Lo más sorprendente es el silencio cómplice de la minoría colaboracionista. Para uno que sueña con que algún día fuera posible un Mallorca con Cúper, Alemany, Serra Ferrer, Etoo y algunos más, el conformismo latente es cobarde. Mi sueño, por supuesto, una utopía cada vez más lejana, aunque hubo un tiempo en el que coincidieron Contestí, Mateo, Llorenç, Forneris, Lafuente y algunos más y no se cayó el estadio.
