Adoptar un animal es ampliar la familia. Una responsabilidad que alterará nuestras vidas con sus pros y también con sus contras. Nos hacen compañía los animales, nos alegran la vida pero también suponen trabajo, hay que cuidar de ellos, gastos en alimentación, en veterinarios, hay que cubrir sus necesidades de toda índole.
Parece que éstos son aspectos que no se sopesan a la hora de adoptar un animal. A la vista de los abandonos y malos tratos que padecen estas criaturas falta humanidad ante la adopción animal.
Comprar un animal no es hacerse con un objeto. No puedes meterlo en el trastero cuando no te sirva. No lo harías con un hijo.
Aunque las intenciones en un principio sean las mejores, de entrada hay que plantearse el presente y el futuro de ese ser en nuestra casa.
No sirve la excusa de comprar un animal de compañía para nuestros hijos y pretender que solamente sean ellos los cuidadores y responsables de su bienestar. Aceptar hacerse cargo de un animal es un trabajo de adulto.
Encomiable es la labor que realizan aquellos que tienen en acogida a animales abandonados, hasta encontrarles un hogar. Personas que invierten su tiempo y dinero en controlar colonias de gatos, por ejemplo.
No valen sentimentalismos ni tomar decisiones sin cabeza, un animal es un ser vivo con necesidades. A menudo olvidamos que los humanos somos nosotros.