Los cinéfilos, entre los que no me cuento, reconocerán en Billy Wilder y Marilyn Monroe a dos de las figuras míticas del cine de mediados del siglo XX. Trabajaron juntos en "La tentación vive arriba" (1955) y en "Con faldas y a lo loco" (1959).
Por lo que se cuenta, Wilder no debía ser un tipo especialmente paciente. No obstante, la difícil personalidad de Monroe iba más allá de las rarezas del director y resultó una complicación profesional de mayor calado que el famoso "nadie es perfecto" llegando a saturar la paciencia de Wilder hasta el punto de manifestar, a modo de lapidaria rendición, que “Me han preguntado si volveré a trabajar con Marilyn Monroe, y tengo una respuesta clara. Lo he discutido con mi médico, mi psiquiatra y mi contable, y todos me han dicho que soy demasiado viejo y demasiado rico para someterme de nuevo a una prueba semejante“.
Quizás no seamos demasiado viejos, y sin duda no somos demasiado ricos, pero se nos hace pasar a diario por pruebas que, de tenerlos, seguro que médicos, psiquiatras y contables nos aconsejarían evitar.