Este fue el exabrupto, que con gesto brusco, inesperado y con enfado, el Sr. Rajoy le soltó al Sr. Sánchez cuando este le espetó: "Usted no es una persona decente", o sea le dijo Ud. no es honrado y recto y comete o ha cometido acciones ilícitas, delictivas o moralmente reprobables, por ejemplo mirar hacia otro lado mientras en su partido centenares de sinvergüenzas vaciaban las arcas del Estado a manos llenas. Rajoy empleó, con tono autoritario, bronco y déspota, en este momento, el rotundo grito de la ciudadanía que le va a dar a él, que no quiere seguir pagando los latrocinios de estos gobernantes, que no está dispuesta a que junto con nuestros hijos, nuestros alumnos, nuestros vecinos, tengamos que seguir pagando los platos rotos de la lujosa fiesta que en los últimos cuatro años se ha montado el gobierno con sus amiguitos del alma, sustentada en el continuo saqueo de las arcas públicas, esas que llenamos entre todos los trabajadores, y que aportamos bastante más que los banqueros y grandes empresarios.
"Usted no es una persona decente", el Sr. Sánchez no le dijo nada diferente de lo que pensamos la mayoría de los españoles, tanto los de derechas, como los de izquierdas y hasta los de centro.
Con cara de pocos amigos y de perdonavidas el Sr. Rajoy replicó "Es usted ruin, mezquino y miserable", prueba irrefutable y fuera de toda duda razonable que el Sr. Sánchez había acertado de lleno en la calificación, y a lo que el Sr. Rajoy no supo replicar más que de una manera barriobajera: “Hasta ahí hemos llegado”, lo más parecido ¡“Usted no sabe con quién está hablando”!, como cualquiera de las personas que se las dan de demócratas y liberales, pero apenas llegan al poder, ya se creen con derecho a todos los privilegios, como la Sra. Aguirre que estacionó mal y además tuvo el morro de atropellar y de encararse a los policías urbanos que intentaban ponerle una multa. Y así muchos casos que sería pesado enumerar.
Un insulto es una palabra utilizada por una persona, el emisor, con la intención de lastimar u ofender a otra persona, el receptor, como tal. Lo que constituye o no un insulto es difícil de determinar con precisión, ya que se halla sujeto a convencionalismos políticos, históricos, sociales y culturales.
Generalmente los insultos son discriminatorios con algún colectivo (racista, sexista, homófobo, etarista, gordófobo, …), con excepción quizás de palabras como falso, manipulador, arrogante, indecente, etc, que son más una definición de un comportamiento considerado antisocial que un insulto, otras como “mala persona” cuya definición depende de los principios morales del emisor y del receptor y otras, ninguna de las cuales tampoco usó, de diferente y a veces difícil catalogación como cenizo, matao, zopenco, cenutrio, merluzo, mentecato, nenaza, botarate, zascandil, ceporro, jorgeft, peinaolivas, gaznápiro, casquivano, meapilas...
No ofende quien quiere sino quien puede, según el conocido refrán, y hay que reconocer que el Sr, Sánchez acertó en plena línea de flotación del aún presidente del gobierno, que con su insólita reacción dio carta de naturaleza e importancia a la frase, que de otra forma se hubiera quedado en una simple anécdota sin más trascendencia, pero aprovechó para hacerse el martir. En cualquier caso, este es un claro ejemplo, aunque en este caso no hubo tal insulto, de lo que un insulto bien hecho da de sí, y de las consecuencias que tiene imitarlo: el que insulta y falla está perdido, más le valiera no haber insultado, que es lo que hizo el Sr. Rajoy y volvió a meter la pata, al replicar diciendo:” Ha sido usted ruin, mezquino y miserable”.
Recordemos que en diciembre del año 2003, el Tribunal Supremo decidió archivar una denuncia presentada por la Plataforma Popular Gay, del Partido Popular, contra el diputado socialista Alfonso Guerra, quien había dicho que el secretario general de PP, Mariano Rajoy, era "un poco mariposón", al concluir el alto tribunal que el denunciado no había incurrido en los delitos de injurias y de provocación por razón de orientación sexual y que no se podía equiparar el término "mariposón" con "maricón".
Decir la verdad no es insultar, lo que ocurre es que la verdad duele, la verdad ofende porque a la gente no le gusta que le recalquen sus defectos, saben que eso es lo que realmente son, pero es como poner el dedo en la llaga cuando alguien les coloca un espejo en frente y ven lo que no quieren ver de sí mismos, eso también es ser un hipócrita. Lo que son.