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Hackeando a Optimus

La presentación de Optimus, el humanoide de Tesla que tanto está dando que hablar, ha coincidido con mis inicios en un curso de ChatGPT en el que ya explotaba mi cabeza sobre los límites de la ética y la seguridad.

Resulta que, según nos han enseñado en el curso, a ChatGPT hay que tratarle con educación, dando los buenos días, las gracias o pidiendo las instrucciones “por favor” porque, de lo contrario, él no será amable, pudiendo llegar a ser hasta borde.

Esa reacción dependiente de mi acción previa me pone en guardia y me da que pensar en qué reacción podría tener ese “ente” con mucha más información que yo. Y ya sabemos que la información es poder. Por si las moscas, seré más educado de lo normal pero estoy a la expectativa.

ChatGPT se conecta a otras aplicaciones para optimizar sus resultados. El día que se conecte a través del wifi o bluetooth con otros aparatos de casa, mejor estar de buenas con él.

Al ver el humanoide que ha presentado Tesla esta semana y saber que estarán en venta en 2026 por un precio accesible a una familia media y entrarán en los hogares, mi alerta se ha disparado. Nos cuenta Elon Musk que sirve para realizar tareas de la casa o pasear al perro. En la presentación se ve conversando al robot con la gente o sirviendo una bebida como quién tira una caña.

El eslogan de Elon Musk es: “Hará todo lo que imagines”.

Ahí está el problema ¿Lo que imaginen quiénes, los buenos o los malos?

Como toda tecnología, es neutra, y dependerá del uso que se le dé. En buenas manos puede servir de gran ayuda o compañía a las personas mayores (me entristece decir esto pero la realidad es que muchos de nuestro mayores no tienen con quien interactuar). También puede realizar tareas de casa a quienes estén todo el día fuera.

Pero es cuestión de tiempo que algún Optimus falle y se comporte de manera extraña o caiga en las manos equivocadas. Históricamente todos los avances tecnológicos han sido objeto del deseo de los hackers o, cuando menos, han fallado en alguna ocasión.

Optimus es un reto muy grande para que los hackers pongan su huella y, en el mejor de los casos, hagan alguna gracia. En el peor, podrían emplearlo para algún ilícito penal.

Me atrevería a decir que todos los avances tecnológicos en algún momento puntual han caído en las manos equivocadas o han fallado alguna vez.

Alexa fue hackeado con un ataque llamado Alexa versus Alexa (AvA). A través de él, los atacantes podían controlar electrodomésticos inteligentes dentro del hogar, comprar artículos no deseados y espiar al usuario.

Los robots aspiradores también han sido hackeados para espiar qué se dice dentro de un hogar y grabar conversaciones o escuchar qué canales de televisión se ven en casa.

Los taxis sin conductor han fallado alguna vez y han atropellado a transeúntes o han chocado contra camiones (sí, tienen predilección por los camiones). La propia Tesla, fabricante del robot Optimus, ocultó los errores de su sistema Autopilot, que está relacionado con 17 muertes desde 2019 en EEUU. Autopilo permite que los vehículos tengan capacidad de conducción autónoma. El equivalente a los pilotos automáticos de los aviones.

Un caso de hackeo local es el de Alcasec, y no me refiero a un protector gástrico. Es el apodo de un hacker español que ha llevado de cráneo durante tiempo a las fuerzas de seguridad del Estado. Alcase se coló en uno de los sistemas más seguros del mundo, como es la Agencia Tributaria española, y extrajo datos sensibles de más de 575.000 usuarios para hacer negocio con ellos. A saber en manos de quién están nuestros datos personales y bancarios. De ahí que se hayan disparado los delitos de phishing. Quién no ha recibido un mensaje falso o incluso una llamada de un operador, emulando ser tu banco de confianza que pide que validemos un movimiento bancario o metamos las claves en una web que parece real.

Alcasec también ha burlado la seguridad de Telefónica (un teórico baluarte de la ciberseguridad) y ha obtenido de manera ilícita información sensible de más de 1,6 millones de clientes. También ha hackeado la base de datos de la Policía Nacional y la de Telecinco. Su objetivo era vender la información a cambio de criptomonedas. En otros casos eran fines más altruistas, como en el caso del hackeo de Burger King: ofrecía menús gratis a sus seguidores en redes sociales. También regaló suscripciones de HBO a sus seguidores tras hackear su software y crear cuentas gratuitas.

¿Saben lo curioso? Alcasec solo tiene 20 años y cuando hackeó Hacienda, 19. Se llama José Luis Huertas Rubio y no terminó la ESO. Apuesto a que, si se pone en ello, este crack podría entrar en el software de Optimus.

Alcasec reconoce que quería alimentar su ego, regalando cuentas a la gente. Esa es la clave. Los hackers necesitan “alimentar su ego” y más se alimenta cuanto más grande sea su hackeo. El nuevo robot de Tesla ofrece grandes incentivos a hacerlo ¿no creen? No solo por ser el invento del que todos hablan sino por el hecho de doblegar al mismísimo Elon Musk.

Se puede hackear algo para dejar una huella para la posteridad, para hacer una gracia o para hacer el mal.

Un hacker cachondo modificó el software de Roomba, conocido robot aspirador, y le obligó a lanzar insultos cada vez que se chocaba con un objeto. Imagínese a su Roomba gritando “motherfucker (gilipollas), quita de en medio” o “estúpido” cada vez que choca con sus pies o con un mueble. No es broma. Un hacker lo consiguió conectando el aparato a un altavoz bluetooth.

Optimus va a poner “cachondos” a los mejores hackers del mundo. Que consigan que Optimus empiece a decir tacos es lo más suave que podría pasar, pero imaginen que el hacker hace que el robot pase de ser un mayordomo a un secuestrador o retenedor de personas en el domicilio. Sería un confinamiento forzoso del cuál no se escaba nadie. Son 72 kilos de acero infranqueables. Imagine que sea el Estado que ordene a la empresa creadora a que nos bloquee la salida de manera temporal “por nuestro bien” y la empresa acceda, como hizo Facebook eliminando información sobre Covid porque el gobierno estadounidense obligó a Mark Zuckerber y él accedió. También era “por nuestro bien”.

O imaginen que sea un hackeo con finalidades delictivas el que obligue a Optimus a no dejarnos salir de casa mientras no hagamos un pago.

La programación predictiva de Terminator, Yo Robot o Los Mitchells contra las máquinas (divertidísima película de dibujos animados) puede estar teniendo su versión real. Es cuestión de tiempo que hackeen Optimus o, lo que es peor, que las máquinas se coordinen entre ellas y desobedezcan a los humanos.

Ya en 2014 el famoso científico Stephen Hawking veía en la Inteligencia Artificial la primera amenaza para el hombre. Afirmó que el desarrollo de una completa inteligencia artificial podría traducirse en el fin de la raza humana.

El Foro Económico Mundial coloca la Inseguridad Cibernética en cuarta posición dentro del informe “Riesgos Globales 2024” en un ranking que lidera, de manera sorpresiva, la desinformación, por delante incluso, del Cambio Climático.

En dos años saldrá Optimus a la venta por unos 30 mil dólares iniciales y, como los iPhones, irán bajando de precio y apareciendo nuevas versiones mejoradas. Perdonen si no meto uno en mi casa. No dormiría tranquilo. Prefiero el trato con mis semejantes, aunque a alguno lo mandaría a dar un paseo. Ya lo dice el refrán: Mejor solo que con ciberacompañado.

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