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Haciendo el idiota

lunes 26 de mayo de 2014, 17:21h

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Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo demuestran que el fin del establishment político está más cerca de lo que nadie en los partidos tradicionales parece dispuesto a creerse.

Tras una campaña absolutamente demencial, los dos grandes partidos españoles suman únicamente 30 de los 54 escaños en juego, y apenas llegan entre los dos al 50% de los votos.

Eso sí. Nos han deleitado con grandes propuestas sobre el machismo casposo de Arias Cañete y sobre la herencia recibida de Zapatero, y un debate televisado que nos cargó de argumentos para no votarles ni bajo los efectos de alucinaciones lisérgicas.

Tras el batacazo, el PSOE parece que dice que reaccionará. Ya veremos cómo, porque su última renovación consistió en mantener a Rubalcaba como Secretario General.

El PP, en boca del irritante (para mí) Esteban González Pons, se alegra de haber “ganado” las elecciones, solo porque al PSOE le ha ido peor. Mucho Pirro para tan poca victoria.

Seamos crueles. Las elecciones generales de 2008, las últimas antes de la crisis, dieron al PP 10,3 millones de votos. Y al PSOE, 11,3 millones. El domingo, el PP apenas consiguió 4 millones y el PSOE apenas 3,5 millones.

La comparación no es justa, porque no podemos, aunque deberíamos, comparar unas generales con unas europeas. Pero lo cierto es que el domingo seis millones de personas que votaron al PP en 2008 no repitieron. Y ocho millones de personas que votaron al PSOE en 2008 tampoco.

En Catalunya, el PSC y el PP van camino de ser fuerzas políticas irrelevantes. Es más: ya lo son.

Lo cierto es que lo que les suceda al PP y al PSOE no me preocupa especialmente.

No creo que entre ellos haya realmente grandes diferencias ideológicas a la hora de gobernar, y mucho menos en el campo de la economía. Hay diferencias de matiz respecto a la titularidad de la gestión de los servicios públicos, y sobre el peso que los derechos de nueva generación y el estado del bienestar deben ocupar en los objetivos de gobierno. Pero por lo demás se parecen bastante.

Y por eso ambos han sido duramente castigados por el electorado. Castigo en forma de abstención o en forma de voto a otra fuerza política.

Algunos dirán que lo que pasa en las europeas no pasará en las municipales o en las autonómicas, y mucho menos en las generales. Puede ser.

Puede que la circunscripción electoral única de las europeas ayude a determinadas formaciones a obtener buenos resultados que serían inviables con las circunscripciones provinciales de unas generales.

Puede ser incluso que el voto de castigo en unas elecciones europeas no se repita en unas generales porque Europa está lejos pero el Congreso no tanto, y mucho menos el Ayuntamiento o el gobierno autonómico.

Pero lo cierto es que si los grandes partidos del establishment siguen haciendo el idiota, se van a ver demolidos en sus bases por PODEMOS, por UPyD o por Ciutadans, que son todas ellas opciones políticas que han venido para quedarse, y que no necesitan grandes estructuras electorales porque dominan las redes y la comunicación viral ante una ciudadanía que necesita cambios. Por no hablar de Izquierda Unida, que siempre ha estado ahí y que ha obtenido unos muy buenos resultados con el veterano Willy Meyer al frente.

Ese escenario puede ser la catarsis que se requiere para sacudir a fondo no solo el mapa político sino lo que hasta ahora hemos entendido por “hacer política”, basada en campañas lamentables, discursos manidos, pérdida de tiempo en temas irrelevantes y cada vez más distancia de un ciudadano hastiado.

Alegrémonos de que el testigo político de los fosilizados y momificados PP y PSOE lo puedan tomar partidos que aunque cuestionen esta forma de hacer política no cuestionen en modo alguno la democracia, y que lo que quieren es reforzarla.

A los fósiles y a las momias del Reino Unido y de Francia, casi nada, las cosas les van mucho peor.

UKIP, claramente xenófobo y fascista, es la fuerza política vencedora en el Reino Unido.

El Frente Nacional, también xenófobo y fascista, ha arrasado en Francia. La nueva agonía de Francia, a diferencia de la narrada por Manuel Chaves Nogales, ya ni siquiera necesita un enemigo exterior. Se bastan solos.

La tendencia al alza de la ultraderecha, hace poco un síntoma leve de una enfermedad en ciernes, se ha convertido en un problema de salud pública. Reino Unido, Francia, Holanda e incluso la supuestamente inmunizada Alemania, donde un neonazi ha obtenido un escaño, a sumar a los siete de los nazis griegos de Amanecer Dorado.

No tengo ninguna duda de que toda esta tropa de fascistas y oportunistas parásitos no dudarían ni un minuto en patear los derechos de los ciudadanos, cuando no directamente patear las cabezas de los ciudadanos que les hagan frente. Ya lo hemos vivido, y no hace tanto. En breve, celebraremos solo el septuagésimo aniversario del desembarco de Normandía.

Así que el reto es doble.

Debemos reformar la Unión Europea, la manera de construirla, asegurando que los mercados y los intereses de unos pocos no condenen al resto a la miseria y a la pérdida de derechos, y hacerlo a la vez que cerramos el paso a la ultraderecha y a cualquier forma de totalitarismo con todas nuestras fuerzas.

No es poco el trabajo que tenemos por delante.

Así, cada uno deberá decidir qué puede aportar a estos objetivos comunes, y trabajar en la medida de sus posibilidades.

Y si el PP y el PSOE todo lo que pueden aportar son los cruces de acusaciones que hemos tenido que soportar con vergüenza en estas pasadas elecciones, que nos hagan un favor: que reflexionen y escuchen a la gente, que está harta de sus tonterías, y aprendan algo.

Porque a día de hoy, quien no es parte de la solución es parte del problema. Y todo apunta a que la solución pasa por líderes jóvenes, con gran capacidad de comunicación para hablar de los problemas reales de la gente, con capacidad para remover los cimientos de estructuras políticas sin músculo y sin cintura, líderes que no son sino portavoces de colectivos que plantean todas las preguntas porque no tienen miedo a ninguna respuesta.

Veremos si el PP y el PSOE encuentran la vía de escape a su atolladero en el mapa de su propio ombligo.
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