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Free Solo Electoral

La fórmula más simple para distinguir la audacia de la temeridad se basa en medir las consecuencias del error. Se trata de analizar su gravedad y, sobre todo, si esas consecuencias son reversibles. Este mecanismo mental se aplica constantemente en la escalada. Cuando uno está correctamente asegurado, se puede intentar un paso en el límite sabiendo que un fallo en el agarre supondrá caer unos metros bien atado a una cuerda, golpearse con más o menos fuerza contra la pared por el movimiento pendular, y quedar suspendido en el aire sujeto por el arnés. Hay que atreverse, el riesgo existe, pero esa maniobra audaz difícilmente acabará en tragedia.

Pero en la montaña también se producen situaciones para las que no existen técnicas de aseguramiento que eviten la catástrofe. Uno mira hacia abajo y sabe que, si comete un error, las consecuencias serán irreversibles. Y no sólo para él, también para sus compañeros de cordada. La decisión temeraria sobreviene cuando uno desprecia la fatalidad del error, o sobrestima sus propias capacidades, o ambas cosas a la vez.

No parece probable que los más acérrimos defensores de Pedro Sánchez practiquen el alpinismo. Calificar como "valiente" la decisión tomada de madrugada por el presidente del Gobierno de convocar elecciones generales apenas concluido el escrutinio de las municipales y autonómicas es despreciar los riesgos de saltar sobre una fina cornisa de nieve.

Valiente hubiera sido desplazarse a la sede de Ferraz para estar con sus compañeros cuando los resultados ya pintaban mal. Valiente hubiera sido convocar el Consejo de Ministros, tal y como establece la Constitución, para "deliberar" con sus socios de gobierno sobre la disolución de las Cortes antes de comunicarlo al Jefe del Estado. Valiente hubiera sido trasladar su decisión a los órganos de dirección del PSOE antes de hacerla pública.

Porque la decisión hubiera sido igual de "valiente" tomada el martes que en la nocturnidad de las horas posteriores al varapalo electoral, pero mucho más respetuosa con su partido y el ordenamiento jurídico. Era más importante reforzar su imagen de líder desacomplejado, no sometido a normas ni procedimientos, intrépido, osado, sin miedo al ostión descomunal del salto sin cuerda.

Sánchez es un adicto al poder que entiende la política como un órdago continuo. En la campaña de las municipales y autonómicas ha sobrevalorado sus capacidades, y con su decisión de presentarse a las elecciones desprecia las consecuencias para su partido. Su sucesor heredará un solar.

Sobre lo segundo no cabe sorpresa. El PSOE ha sido y es para Sánchez un instrumento de poder. Nada más, y nada menos. Me lo dijo hace quince días un histórico dirigente socialista que ocupó durante años una alta magistratura del Estado. A Sánchez le importaría poco batir su propio récord de 2016 y dejar a su partido con menos de 85 diputados, pero prefiere evitarlo y para ello se ha lanzado a por los votos de una izquierda radical descompuesta. Es una estrategia que deja definitivamente huérfana a la socialdemocracia en España.

Pero desde un punto de vista psicológico es más interesante el análisis sobre la magnífica opinión que ostenta Sánchez sobre sí mismo. Se echa la campaña a sus espaldas, acepta convertir unos comicios locales en un plebiscito sobre su persona y su manera de entender la política, reconoce en público el castigo "injusto" recibido por sus compañeros a pesar de su "excelente gestión", admite una derrota descomunal. y la consecuencia de todo ello es la nula autocrítica y taza y media de sanchismo.

Una patología narcisista sólo puede empeorar si le administras una sobredosis de marketing político. El peligro máximo para un publicista es creerse su propias mentiras, y esto es lo que se deduce de las opiniones de los palmeros del sanchismo, incapaces de calibrar la moderación de la parte más gruesa del electorado socialista. La ingeniería social ha demostrado que tiene sus límites. Enterrar a ETA al tiempo que resucitas a Franco tiene más de temario que de audaz, por poner un ejemplo.

Intuí la amplia derrota de Armengol cuando votantes progresistas me decían que esta vez iban a votar a Prohens, por diferentes motivos. Ahora dirigentes históricos del PSOE afirman en privado que van a votar a Feijóo precisamente para rescatar a su partido de las garras de este hombre sin escrúpulos. Son personas que distinguen la audacia de la temeridad, y a las que no les importaría que Sánchez practicara la escalada en la modalidad de Free Solo, o sea, sin cuerdas, ni arnés ni ningún otro elemento de seguridad. Si se cae se mata él. El problema surge cuando arrastras a tanta gente. La arrogancia de Sánchez ha confundido el "dejadme solo" con un Free Solo electoral en que se puede matar su partido, mientras él cae en paracaídas sobre el sillón más mullido de la OTAN.

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