Mueve a la reflexión la iniciativa de un grupo de familiares y amigos de Maria Antònia Munar de promover una recogida de firmas -que de momento tiene mucho éxito- pidiendo su excarcelación. Quieren elevar esta petición a todos los ámbitos judiciales, institucionales y políticos de relevancia. Consideran injusto que fuese ingresada en el centro penitenciario hace ya más de dos meses por dos sentencias no firmes de la Audiencia Provincial. El Tribunal Supremo aún no se ha pronunciado al respecto. La lógica indica que no se tendría que haber aplicado ninguna medida carcelaria contra la que fue presidenta de Mallorca durante doce años antes de escuchar al alto tribunal. La Audiencia asegura que hay riesgo de fuga por parte de quien ha dirigido los destinos de la isla. ¿Tan poco valoran el alma de una líder mallorquina?
Cabe recordar que el Supremo rebajó de seis años a sólo nueve meses la condena a Jaume Matas y le absolvió de tres delitos por los que había sido condenado por la Audiencia palmesana. Estos antecedentes reclamarían, en pura lógica, una mayor moderación a la hora de enviar a una presidenta a la cárcel. Más teniendo en cuenta que la defensa de Munar sostiene que fue condenada sin pruebas y que se conculcó el principio acusatorio.
Maria Antònia Munar ostentó el cargo de presidenta de Mallorca en la época más dorada del avance hacia el autogobierno (1995-2007). Durante su mandato la isla avanzó hacia la modernidad. Vivió un gran desarrollo de la cultura y la lengua propias. Lo mismo puede decirse de las políticas sociales de apoyo a los más necesitados. También la construcción de infraestructuras modélica desde el respeto al medio ambiente. Con Munar de presidenta Mallorca se autodotó de su propio himno (La Balanguera). Estas iniciativas crean apoyos sociales y generan ilusión, pero también producen adversarios maquiavélicos y enemigos irreconciliables. Es inevitable. Algunos no soportaban su éxito polítco. Ni su defensa de los intereses y los valores de Mallorca por encima de todo. Munar fue duramente atacada, a veces con campañas mediáticas feroces. Molestaba un Consell tan potente y tan activo. Molestaba el vigor de quien lo encarnaba. Y fueron a por ella. La querían matar de éxito. Luego fue presidenta del Parlament al estallar la crisis económica. Y la ofensiva se convirtió en feroz.
Munar fue presidenta porque así lo quiso el pueblo al establecer con sus votos la correlación de fuerzas que lo hizo posible. Y una presidenta en la cárcel con sentencias no firmes es también una humillación para este pueblo, la cual, independientemente de la ideología de cada persona que lo conforma, ha de bajar colectivamente la cabeza al ver entre barrotes a la que fue su presidenta. Estos castigos sólo se aplican a las sociedades débiles, dóciles e inseguras. Después de Munar el Consell de Mallorca se ha ido convirtiendo en una institución-pantomima, sin apenas peso político, sin recursos y sin respeto. Aporta también la sensación de que el pueblo mallorquín es institucionalmente bien poca cosa. Y lo poco que le queda le puede ser arrancado sin problemas.
Una sociedad inicia su camino hacia la nada cuando le encarcelan a sus líderes sin que se hayan agotado todos los recursos legales establecidos. De ahí que la recogida de firmas a favor de la salida de Munar de la cárcel sea mucho más que apoyar a una persona. Es el honor de mucha gente el que ha sido gravemente lesionado. De ahí el éxito de la recogida de firmas. Mientras, algunos están sacando un gran rédito político de esta situación no firme pero sí terrible para quien encarnó la bandera de Mallorca.