No dudábamos ni por un momento que el Mallorca sería campeón, lo ha sido una jornada antes de que termine el campeonato, era cuestión de tiempo. Ganó en la primera vuelta, cuando su nombre e historial inspiraron respeto en sus competidores. Tras el ecuador, cuando se lo perdieron, han surgido las dudas que nos obligan a aplazar cualquier emoción hasta el desarrollo del play off, pues no podemos olvidar cuál es el verdadero objetivo, el único e irrenunciable: el ascenso.
El Badalona no ha sido enemigo que hiciera peligrar esta corona sin laurel, como tampoco lo han sido la mayoría de rivales que, por presupuesto y plantilla, siempre anduvieron por debajo de los hombres de Vicente Moreno. No hay tiempo para fiestas al margen de las que cada uno quiera celebrar. Es cuestión de preparar a conciencia lo que viene, que será más duro y más caprichoso.
Quien a hierro mata, a hierro muere. El Atlético Baleares salvó sus muebles en casa ante el Alcoyano debido a un gol olímpico de Xisco a cinco minutos de los noventa. Ayer se quedó en la lista de espera de la permanencia de la misma manera, un balón desde el banderín que se le coló a Aulestia. Donde las dan, las toman. Ahora necesita ganar al Ebro en Son Malferit. Tendrá que arriesgar más de lo que lo hizo en Cornellá, pero se hace muy cuesta arriba pensar que el Llagostera sea capaz de ganar en el José Rico Pérez al Hércules o el Formentera haga lo propio en Peralada. Hay que hacer los deberes y olvidarse de los del pupitre de al lado. El Saguntino ha dejado de depender de si mismo y hasta el Olot podría ser superado en la última cita del calendario. La mosca es grande y el burro, pequeño.
Un penalti en el minuto 89 pudo haber emitido un billete al purgatorio para la Penya Deportiva. Falló. Los de Dani Mori han descendido con extraordinaria dignidad y gallardía, pero esa pena máxima solo perdurará en la mente del chaval que no la convirtió. El fútbol ha sido cruel con el modesto equipo ibicenco.