Hace unos días se produjo una discusión sobre las fidelidades personales. La mayor parte de los presentes defendían que la fidelidad personal debe estar por encima de los negocios; otros argumentaban que en los negocios todo vale. En cualquier caso, cuando hablamos de fidelidad personal nos referimos a ser amigos de los amigos, ayudar a quien te ha ayudado, ser generoso, olvidar los errores y reforzar las bondades de quien te quiere y quieres. Es decir, nos referimos a todo aquello que queda de verdad, a todo aquello que no tiene la volatilidad del dinero o del éxito. Una fidelidad, además, que reconforta quien la ejerce y une con quien la recibe.
En política debe ser uno de les ámbitos donde las fidelidades personales son más inexistentes. Rosa Estarás, mano derecha de Matas, no dudo en culpar a su Presidente, el mismo al cual había vitoreado en los mítines. ¿Dónde están los “amigos fieles” de Jaume Matas? ¿Por dónde yacen los fieles de Miquel Nadal, aquellos que gritaban Presidente, Presidente? ¿Dónde están los fieles de Maria Antònia Munar, sus compañeros fieles de partido? ¿Detrás de que árbol o siglas se han metido todos, algunos de los cuales compartieron con ella silla en la ejecutiva de UM? ¿Ni unos ni otros no podrían decir públicamente alguna de las virtudes que tenían sus jefes? ¿Se avergüenzan? ¿Tienen miedo o han perdido la memoria?
Como siempre, no todos son iguales. Tengo el gusto de contar con amigos que no se han vendido por un plato de lentejas, amigos que han comido bocadillos de mortadela, personas que distan mucho del comportamiento de nuestra eurodiputada mencionada anteriormente. Y eso, en un país como el nuestro donde basta que alguien diga que te pago una comisión para que te imputen o te condenen (siempre que seas miembro de la Casa Real), tiene muchísimo mérito.
Por fortuna, podemos continuar afirmando que en el mundo, y en la política también, no todos son iguales.
