Feliz Navidad y feliz 2018

Especialmente durante estos días, cuando la rabiosa actualidad no deja de sorprendernos con desalentadoras noticias que parecen multiplicarse a lo largo y ancho de nuestro planeta, no puede negarse que parecen reunirse todos los ingredientes necesarios para hacernos perder la fe en la condición humana. Si nos detenemos a reflexionar por un instante, resulta del todo contradictorio tomar conciencia del mundo que tenemos entre manos y, a la vez, ser capaces de arrojarnos en brazos del consumismo más rabioso, al que fácilmente reconocemos instalado en nuestro primer mundo, tomando como coartada la celebración de la Navidad.

No obstante, permítanme una pequeña dosis de optimismo sin la cual, he de reconocerlo, resulta tremendamente duro mirar hacia adelante. Debemos seguir creyendo. De hecho, sigo pensando que las personas de bien superan con creces a los descerebrados, inútiles y desalmados que todos padecemos. Insisto, hay que seguir creyendo y, además, hay motivos para creer. Es maravilloso comprobar la extraordinaria labor que, tanto en el ámbito nacional como internacional, están llevando a cabo muchísimas asociaciones, fundaciones y grupos de personas que dedican su vida a los demás, que renuncian a las comodidades y grandes ventajas de una vida fácil para dar lo mejor de sí a quienes más lo necesitan. Ellos son el faro, la estrella que hay que seguir y que, sin duda, nos lleva por el buen camino. Y no solo eso. Millones de personas anónimas, cada día, hacen de este mundo un mundo mejor, aportan su pequeño granito de arena y, desde su casa, en su barrio o en su trabajo, suman, hacen las cosas bien porque sencillamente saben que están bien, sin esperar nada a cambio.

Durante estos días de Navidad aprovechamos para hacer balance, reunirnos en familia y disfrutar del hecho de estar todos juntos. Sí, nos deleitamos con deliciosos ágapes, interminables sobremesas, recuerdos, canciones y juegos que completan momentos para todos imborrables. “¡Feliz, feliz Navidad, la que hace que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las alegrías de su juventud, y transporte al viajero a su chimenea y a su dulce hogar!” escribió muy bien Charles Dickens. Pero también son días en que reflexionamos acerca de nuestra vida, del camino que hemos escogido y de las opciones de nuestro futuro. Son días que culminan con la entrada de un nuevo año y, con ello, lo que entendemos puede ser el comienzo de muchas cosas. Y ahí sí que hablamos de una cuestión que depende esencialmente de nuestra actitud. La actitud con la que encaramos nuestro día a día, la manera de afrontar los problemas y las incesantes pruebas que se nos van presentando a lo largo de nuestra vida, marcan la diferencia. Y, como no puede ser de otro modo, todo dependerá del color del cristal con que tengamos la valentía de mirar. Contamos con la posibilidad de disfrutar de lo bueno, saborearlo cada segundo dejando que nos invadan sentimientos maravillosos; de la misma manera que tenemos la oportunidad de asimilar lo menos bueno, que lo hay, tratando de extraer lo que tiene de aprendizaje, lo que nos ayuda a madurar y a percibir que en la vida no todo permanece inamovible y no dura para siempre.

Se dice también que estas fechas tan señaladas están diseñadas para ser disfrutadas especialmente por los más pequeños de la casa. En este sentido, no estaría de más añadir que, gracias a ellos, todos volvemos a ser niños, volvemos a experimentar esas ganas de jugar, de reír y de llorar, sin filtros. Rompemos corazas y nos invade una naturalidad que bien podríamos mantener el resto del año. Es la maravillosa magia de la Navidad y algo que, indudablemente, nos queda grabado para siempre.

Por todo ello, y llegados a este punto, simplemente me gustaría desearles a todos una muy Feliz Navidad, todo lo mejor en estos días y mucha, muchísima salud para disfrutar de momentos únicos en la mejor compañía. Y, como no puede ser de otra manera, para aquellos que han tenido un fantástico 2017, que el 2018 lo supere con creces; y para los que esperan ansiosos un nuevo dígito, mis mejores deseos para el nuevo año. Claro que no podemos controlarlo todo y que la vida nos presenta siempre nuevos retos, pero que por nosotros no quede luchar en esta nueva aventura. Seguro que merece la pena.

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