Finaliza un mes de julio que todos los abogados detestamos profundamente. Parece como si el mundo fuera a extinguirse el próximo día 31 y que todo bicho viviente quisiera dejar arreglados sus asuntos para “el más allá”, es decir, para el próximo 1 de septiembre. Despidos, divorcios, denuncias, querellas y demandas crecen este mes como los brotes verdes de Zapatero -a decir verdad, con mucha más intensidad-, a la par que a jueces y tribunales les da por resolver los tropecientos asuntos que tienen enredados en sus juzgados desde hace meses o años, obligándonos a contar plazos, apasionante entretenimiento del que, por decoro y para que no saliéramos despavoridos, omitieron hablarnos en la Facultad de Derecho. Todo este trajín concentrado deja a los profesionales del derecho literalmente para el arrastre, de modo que las vacaciones agosteñas no terminan de ser la molicie del ocio que nos prometieron, ni el placentero relax reconstituyente a que tiene derecho -sí, derecho- todo currante, sino una cura paliativa para el estrés intravenoso que nos hemos chutado con fruición en las últimas dos semanas, a mayor gloria de San Raimundo de Peñafort.
Por mi parte, me despido de ustedes durante cinco semanitas, prometiéndoles volver a poco que mi indulgente editor me permita seguir emborronando la pantalla de mi ordenador para intentar entretenerles con mis libremente cuestionables rumiaciones. Sé que algunos de mis incondicionales -que, sorprendentemente, existen, y que cuando me encuentran me espetan aquello tan inquietante de “te sigo”- esperaban hoy un sesudo análisis de los acontecimientos políticos del pasado fin de semana. Siento decepcionar a fans y haters. Sinceramente, yo también me lo había propuesto, pero mi neurona, cansada ya de que la engañe a todas horas con cualquier cliente, se ha rebelado y me ha dicho “ahí te quedas Marquet, yo no trabajo más”. Y sabido es que quienes tenemos una sola neurona -afortunadamente, en mi caso, residente en el lóbulo cerebral derecho- debemos hacerle caso, porque vamos teniendo unos años y no es cuestión de pelearnos con quien de vez en cuando nos proporciona alguna alegría, que ya basta tener que andar todo el día a la greña con los demás por motivos profesionales.
Descansen, si pueden. Nos vemos en septiembre.