Hace unos días leí una noticia que reconozco que me sorprendió, sobre la posible puesta en marcha de una facultad de medicina privada en Mallorca, que llevaría a cabo la escuela universitaria Adema, que ya tiene en la isla alguna titulación en el ámbito sanitario, en odontología y dietética y nutrición y que estaría patrocinada o impulsada, según la noticia, por la asociación de clínicas privadas.
No tengo, de momento, ninguna opinión formada respecto de la conveniencia o viabilidad de un proyecto de esta índole y, por tanto, no voy por ahora a manifestarme sobre el mismo, pero al conocer el plan no puede evitar que me vinieran a la memoria las polémicas que se generaron cuando se empezó a considerar en serio la creación de una facultad de medicina de la UIB.
No deja de tener cierta ironía que quienes se oponían con saña a la facultad de medicina hace 20 años, promuevan ahora, siete años después de su constitución, la fundación de una segunda escuela universitaria de medicina, ahora privada, aunque se pretende que esté avalada por la UIB.
Recuerdo la oposición frontal de la mayoría de profesionales de la medicina del ámbito del ejercicio liberal y de las clínicas privadas, así como también del colegio de médicos. Tengo muy presente un debate realizado en el Club Diario de Mallorca, moderado por Antonio Alemany, aunque era un moderador no neutral, puesto que había mostrado públicamente su posición contraria, en el que, aparte de las intervenciones en pro y en contra de los ponentes, los comentarios posteriores desde el público, mayoritariamente de personas, sobre todo médicos, relacionadas con la sanidad privada, mostraron un desacuerdo radical, incluso una animadversión, a la idea de la facultad de medicina.
Recuerdo que el inefable Antonio Alemany expuso su línea de pensamiento utilizando un símil con la orquesta sinfónica de las Islas Baleares. Adujo que cuando supo el coste anual de la orquesta, pensó que se podría traer a Mallorca cada año a cinco o seis de las mejores orquestas de mundo, con lo que tendríamos conciertos de primera línea mundial, sin necesitar de mantener un presupuesto anual para una costosa infraestructura cultural, que vino a decir, de una manera sibilina eso sí, que le parecía mediocre, tanto en su repertorio como en su ejecución. De la misma manera, continuaba, saldría mucho más barato establecer un sistema de becas y ayudas para que todos los jóvenes de las islas que quisieran estudiar medicina lo hicieran en facultades de la península.Recuerdo también que estas opiniones suyas fueron aplaudidas con entusiasmo.
Esta posición de estricto utilitarismo monetarista, olvida por completo los beneficios sociales que se derivan de disponer de infraestructuras educativas y culturales. Si todos pensaran así, no habría orquestas sinfónicas, ya que aspirarían a contratar las de otros, pero no tendrían ninguna disponible. Mallorca, y las Islas Baleares en conjunto, han progresado en los últimos cincuenta años y han pasado de ser una sociedad provinciana y atrasada a otra moderna, dinámica y un punto cosmopolita, que no puede ya vivir en el sopor bienaventurado y pastoril del aislamiento favorecido por la insularidad. Por eso se fundó la Universidad de las Islas Baleares, se han construido cuatro hospitales públicos en Mallorca donde antes solo había uno y hospitales nuevos en cada uno de las islas menores, así como nuevos y reformados hospitales privados, se creó la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares, se ha construido un palacio de congresos, que también tuvo una oposición feroz de determinados grupos de presión, que lo retrasó dos décadas y tantas otras infraestructuras de todo tipo, como es propio de las sociedades modernas y avanzadas.
Dicen que rectificar es de sabios, así que bienvenidos a la opinión de que disponer de formación universitaria en la isla, de medicina en este caso, es socialmente rentable y económicamente conveniente. Otra cosa es que una segunda facultad, privada, sea viable o deseable, respecto de lo cual no tengo de momento, como ya ha expuesto, una opinión formada.