Creo que fue Alfonso Guerra quien dijo aquello de que los experimentos hay que hacerlos en casa y con gaseosa. El Mallorca y el Atlético Baleares le han dado la razón. El primero con una variante consistente en un dibujo de 4-2-3-1 que no le ha dado resultado frente a un Hércules poco atrevido pero muy experimentado. El segundo con el lujo de prescindir de Xisco Hernández desde el inicio para poner en evidencia que las únicas acciones de peligro ante la portería del vice colista se produjeron con su salida en la segunda parte y cuando el remedio ya llegaba demasiado tarde para los de Armando de la Morena, cada vez más cuestionado.
Como si se hubieran invertido las fechas, el día de difuntos se ha anticipado al de Todos los Santos por lo que se refiere a los equipos mallorquines de Segunda B. Si el inquilino de Son Moix, en cuyas gradas se citaron de nuevo poco más de seis mil espectadores pese a los nueve mil abonados del club, se mostró incapaz de crear más de una oportunidad de gol en la portería de Falcón, en contra de las tres que recibió y volvió a frustrar Reina, en Santa Eularia los blanquiazules, más cerca de las posiciones de descenso que de las de play off, no hicieron sino prolongar las malas sensaciones que trasladaron desde hace bastantes jornadas aunque ganaran, como es el caso, en el campo del Aragón hace diez días.
No hay que apelar a la casualidad en ninguno de ambos casos. La escuadra de Vicente Moreno, afectada por una inexplicable ansiedad, ratificó los defectos apuntados en Formentera, igual que en Eivissa los “ferrerets” cayeron con una ingenuidad manifiesta ante un anfitrión limitado y primitivo que a punto estuvo de sacarles los colores. ¡Y lo que te rondaré, de la Morena!.
