En cierta ocasión un padre acompañó a su hijo para matricularle en cursos de verano al haber suspendido en junio once asignaturas. Cuando el responsable del centro le informó del horario de clases y días de asistencia, el hombre protestó enérgicamente esgrimiendo que el niño, pobrecito, también tenía derecho a disfrutar de algunas vacaciones con sus amigos.
- Señor, la advirtió el docente, a la vista de las notas del muchacho hemos de suponer que ya las ha tenido durante todo el invierno.
Si trasladamos la anécdota, por otra parte real, al fútbol, tenemos que colegir que aquellos equipos que precisan pujar desesperadamente en el mercado de enero, no hicieron los deberes en julio o agosto. En el caso que nos es más próximo, el del Mallorca, la evidencia inutiliza cualquier comentario y demostración aleatoria o marginal.
En enero del 2016 los sesudos directores deportivos del club consideraron necesarios nada menos que seis fichajes, más de la mitad de un equipo si descontamos al portero. Ahora hay quien reitera la reivindicación de otros tantos, es decir doce en un año. De aquellos solamente cuatro continúan en plantilla y de ellos sobran, según los técnicos actuales, otros dos. La verdad, al caballero fichador habría que darle la medalla del despido, más aún si en el primer mes de 2017 resulta que hay que contratar a media docena más.
Particularmente creo que un par o tres de refuerzos debería bastar, eso si con la condición de que en la rampa de salida se colocara el padre de la criatura y una buena parte del claustro de profesores.