Hoy no voy a hablar de economía. Así lo he decidido para no deprimir a nadie, porque estamos viviendo el inicio de la más que anunciada, al menos en esta columna, próxima (o, mejor dicho, continuación de la anterior) crisis económica. Y ésta, desgraciadamente, parece que va a ser de gran calado. Pero como siempre digo, toda crisis conlleva oportunidades.
Hoy voy a hacer una reflexión sobre otro tipo de crisis. Esta vez, de pareja.
Es sabido que alrededor de un 30% de los divorcios que se producen anualmente en España tienen lugar tras las vacaciones de verano. La explicación que dan los psicólogos es que, tras el parón en el acelerado ritmo durante los meses de trabajo, no sabemos gestionar tantas horas junto a la pareja. Mostramos una incapacidad absoluta de asertividad, es decir, de defender los pensamientos de uno y, a la vez, respetar los del otro sin imponer mi criterio porque sí.
Otra explicación que se da es que pensamos que tener más horas para estar en pareja va en contra del respeto a la independencia y a los momentos a solas que necesitamos todos. Estar de vacaciones no implica estar todo el rato encima del otro.
Nos separamos tras las vacaciones a pesar de que tenemos multitud de distracciones como la playa, los bares, los restaurantes y los viajes.
Hoy empieza el segundo estado de alarma decretado en España desde que se instauró la democracia. El primero fue en 2010 por la crisis de controladores aéreos. A diferencia del que se inicia hoy, aquél no supuso el aislamiento de nadie. En cambio, éste implica el cierre de comercios, colegios y fomento del teletrabajo. El objetivo es quedarse en casa durante quince días, en principio, aunque la cosa puede alargarse más. Algunos, más que mascarillas pueden salir a buscar sogas.
Surge la duda de cómo se van a gestionar los conflictos de pareja durante un periodo de tiempo tan prolongado, bajo el mismo techo. A diferencia de las vacaciones de verano, ya de por sí perjudiciales para el matrimonio, durante este estado de alarma no existen locales de ocio abiertos donde distender tensiones. Tampoco es mes de playa y mucho menos se puede volar a conocer otros parajes. Con lo cual, se antoja que se llegue a superar el porcentaje de divorcios que se alcanza normalmente tras el verano. Este año se habrán anticipado y para la época estival, si es que se puede disfrutar este año de vacaciones, los planes serán, en muchos casos, de singles donde antes iban a ser de parejas. Ahí pueden tener una oportunidad de mercado las maltrechas empresas turísticas.
Veremos qué ocurre con el número de divorcios en España tras esta fase de confinamiento. La alarma no será la impuesta por el gobierno sino la que puede sonar en muchos de los hogares.
También existe la posibilidad que algunas parejas, hartos de ver series de Netflix, fomenten el acercamiento con fructíferos resultados al cabo de nueve meses. Será interesante ver cómo este aislamiento forzado rompe o hace aumentar las familias. En diciembre empezaremos a ver resultados en el caso de los nacimientos provenientes del estado de alarma. Pueden tener hasta nombre (los baby-alarm). En el caso de los divorcios, veremos resultados mucho antes. En cuanto levanten el estado de alarma y abran los juzgados.
Feliz y fructífero (en el sentido que más le convenga) estado de alarma, apreciado lector.