El gobierno de España ha conseguido el reconocimiento de Bruselas a su osada solicitud de considerar la península como una “isla energética”. La solicitud cursada con agilidad ha recibido una rápida y favorable respuesta.
El reconocimiento de la UE es el medio elegido por el gobierno orientado a conseguir el objetivo de disminuir el precio de la energía. Medio sincronizado con la finalidad de reducir la abusiva y escandalosa factura energética. El medio destinado a la necesidad de recuperar a muchas familias de la pobreza energética. La intermediación para suavizar a los ciudadanos el azote mensual del binomio inflación - factura de la luz.
De forma paralela, en política exterior, se han tomado decisiones que nos han enemistado con nuestros vecinos del sur. De la diplomacia sin rumbo de Arancha González Laya se ha pasado a la inefable política de Pepe Albares. Entre la una y el otro, títeres movidos por la misma mano, han colocado la política exterior en un escenario dramático. Hemos sido declarados non gratos por Marruecos y por Argelia a la vez. Ha conseguido enemistarse con el Rey de Marruecos y la Junta Militar Argelina de forma simultánea. Nos han colocado de enemigo común entre dos vecinos e históricos enemigos íntimos.
España se ha convertido por propia voluntad en territorio insular. En una isla energética. Nunca mejor dicho; en una isla energética sin capacidad de producción; en un doble aislamiento auto infringido que nos deja sin capacidad para recibir energía y la poca que llega, sin posibilidad de pagarla.
La doble insularidad a la que nos ha abocado el gobierno de España, de entrada, y como aperitivo nos lleva a pagar la gasolina más cara de España.
Una nueva medalla en la solapa de la americana de Sánchez, financiada, a escote, por los ciudadanos.
Sigue la fiesta. El consuelo; la fiesta tiene fecha de caducidad. El próximo apeadero, Andalucía. Buen finde.