Grecia, Irlanda, Portugal y, después, España. Esta es el ranking de los países en peor situación financiera de Europa. Uno a uno han ido cayendo presionados por los mercados que les han hecho imposible la renovación de su deuda. “España no es Grecia”, dijo nuestro Gobierno, con razón. “España no es Irlanda”, dijo después, también acertando. En los próximos días, cuando caiga Portugal, dirá con rigor que “España no es Portugal”, pero después, de cara a la primavera, no va a poder decir “España no es España”, porque da la impresión de que sí, España es España. La situación es que estos países, por este orden, tienen un nivel de endeudamiento muy elevado que, en algunos casos, se agrava con otras enfermedades. España, precisamente, no tiene un exceso de deuda, pero tiene un 20 por ciento de paro y un agujero en el sistema financiero del que nadie conoce sus dimensiones. La prensa europea ya empezó a publicar inequívocas sugerencias de que los mercados van a dejar caer a Portugal, el último parapeto que tiene España. Este viernes sabremos, definitivamente, si los vecinos ibéricos serán o no capaces de colocar sus bonos. Si no fueran o si el tipo de interés que tuvieran que pagar fuera inasumible, se enfrentan a la petición de 90 mil millones de euros de ayudas (Irlanda fueron 80 mil y Grecia había superado los 100 mil).
