Baleares ha vivido su primer fin de semana sin mascarilla al aire libre desde hace casi un año y, a la vez, ha asistido a una escalada imparable de contagios por viajes de estudios celebrados en Mallorca. Además, los macrobotellones en los polígonos de Palma o en Es Pla de Ciutadella se han sucedido en las últimas noches ante la mirada atónita e indignada de vecinos y sectores productivos.
Todo, a pocos días de que las islas comiencen a recibir a miles de turistas británicos después de que el Gobierno de Boris Johnson cediese y cambiase a verde el semáforo para los viajes a Baleares. Conviene no olvidar que dichos visitantes provienen del foco de la variante Delta, a día de hoy, la más contagiosa.
Estas tres cuestiones -la relajación del uso de la mascarilla, la imparable expansión del botellón y la llegada masiva de británicos- confluyen en un momento clave para el futuro de las islas. Es ahora, a finales de junio, cuando el archipiélago empieza a pisar el acelerador de veras y se adentra en los meses más decisivos de su temporada. Un tropiezo ahora podría suponer un descalabro imperdonable en algunas jornadas o semanas, como por ejemplo, un paso atrás en la calificación de Reino Unido para el archipiélago o el endurecimiento de las condiciones por parte de otros países emisores capitales, como el alemán.
Y mientras la vacunación avanza a buen ritmo en casi todos los grupos prioritarios -a excepción del de 60 a 69 años, tramo en el que aún muchos no han recibido ni la primera ni la segunda dosis de AstraZeneca- se hace del todo necesaria la colaboración de la ciudadanía para evitar situaciones de riesgo que compliquen de nuevo la situación sanitaria y ensombrezcan las perspectivas económicas.
La Administración debe esforzarse por mantener a raya todas y cada una de las actividades que supongan un peligro elevado de contagio, con normas claras y actuaciones contundentes. Sin embargo, los ciudadanos -y especialmente los más jóvenes- deben implicarse en la solución a los problemas. No se puede poner un policía por adolescente, no se le debe dar una solución policial a un problema de salud pública. El fin de esta pesadilla es cosa de todos.