Puede que con la concentración de acciones en un solo cuerpo el Mallorca alcanzara la paz social, pero el caos que ha desembocado en el descenso a Segunda B de la mano de Maheta Molango ha servido para mover los hilos de la conspiración y desatar una guerra interna cuya primera batalla han ganado el CEO y sus colaboradores, pero no será la última.
Sarver no ha dejado de cometer errores desde que desembarcó en el club. Nunca debió fiarse de Utz Claassen y muchos menos de Monti Galmés, colocado por el alemán, por no hablar de los consejos de Javier Tebas. El ya ex presidente no estaba solo cuando movió los hilos y creó una maniobra de distracción enviando recados a Nando Pons a través de terceros. El plan que le soplaron al oído fue el nombramiento de Pedro Terrasa como nuevo consejero delegado e Iván Campo en calidad de director deportivo. Y eso es lo que le pidió al americano impasible. No esperaban la reacción del suizo quien, al ver peligrar su puesto, no dudó en subir al avión junto a Javier Recio para plantarse en Miami y presentar a Kohlberg un proyecto alternativo y diferente que es el que, finalmente, se intenta llevar a cabo.
A estas alturas el club no tiene presidente porque el abogado suizo no sabe a quién colocar. Ya no se fía ni de Toni Tugores. En Son Moix y Son Bibiloni se han posicionado los que están con él o aquellos que ven peligrar sus puestos y optarían por un relevo en la cúpula. Y, como en todas las contiendas, dobles combatientes y espías.
Por ahora Molango calla y sigue adelante, hace camino al andar aunque no esté nada claro que haya emprendido la senda correcta. Los opositores acaban de perder un apoyo importante, sino vital. Tampoco es muy difícil adivinar qué sería peor. Depende del color con que se mire, por eso yo tengo el mío propio. El que ustedes leen aquí cada día.
